

A diferencia del varón, cuyos principales órganos sexuales sobresalen del cuerpo y son, por tanto, bien visibles, la mayor parte del aparato genital femenino permanece oculto
En cuerpo y alma
Elisabeth Pons Cebrián
La semana pasada terminamos el estudio detallado acerca del aparato genital masculino. Hoy seguiremos con el femenino, estudiando anatómica y fisiológicamente sus órganos “externos”.
Diferencias y semejanzas entre los aparatos genitales humanos.
A diferencia del varón, cuyos principales órganos sexuales sobresalen del cuerpo y son, por tanto, bien visibles, la mayor parte del aparato genital femenino permanece oculto. Sus órganos no sobresalen, sino que se hunden en el cuerpo (genitales internos), y desde fuera lo único visible son, precisamente, las aberturas de esos órganos al exterior (genitales externos).
Estructuralmente, las semejanzas entre los genitales femeninos y masculinos son más abundantes de lo que parece (por ejemplo, ambos tienen un par de glándulas sexuales productoras de células reproductoras, una serie de conductores que las transportan y los correspondientes órganos emisores y receptores de esas células, e incluso el pene del varón tiene su paralelo en el clítoris de la mujer). Pero, en conjunto, el aparato genital femenino resulta más complejo, porque también está destinado a albergar el embrión humano.
El aparato genital femenino
Si nos fijamos en la figura que acompaña al presente artículo podremos encontrar en ella que en el aparato genital femenino se distinguen los siguientes elementos:
01. Trompas de Falopio. 02. Vejiga urinaria. 03. Sínfisis púbica. 04. Vagina. 05. Clítoris. 06. Uretra. 07. Vestíbulo o apertura vaginal. 08. Ovario. 09. Colon sigmoideo. 10. Útero. 11. Fondo del saco vaginal. 12. Cérvix o cuello uterino. 13. Recto. 14. Ano.
Órganos externos
La mayor parte del aparato genital femenino permanece oculto, hundido en el cuerpo como queda dicho. Incluso los órganos externos aparecen enmascarados por el vello púbico, que tiene una función protectora y de retención de ciertas secreciones olorosas con poder estimulante sobre el erotismo del varón.
El término vulva abarca todo el conjunto genital externo femenino, incluido el monte de Venus, una zona especialmente rica en vello sobre la sínfisis del pubis. De fuera adentro comprende los labios mayores, los labios menores, el clítoris y el vestíbulo vaginal, muy cerca del cual, en posición anterior, se abre así mismo el orificio de la uretra que comunica la vejiga urinaria con el exterior. La sensibilidad de todo este conjunto de órganos, muy elevada, se extrema en la zona de los labios menores y del clítoris.
Los labios mayores son dos repliegues cutáneos de cierre de la abertura genital. Su parte interna es lisa, pero la externa está recubierta de vello y abunda en glándulas sudoríparas y sebáceas.
Los labios menores o ninfas son dos repliegues de piel delgada y rojiza rica también en glándulas sudoríparas y sebáceas, están situados normalmente dentro de los mayores, con los que llegan a confundirse en su prolongación posterior. En la anterior se dividen en dos ramas, las internas para formar el frenillo del clítoris y las externas para configurar el prepucio del clítoris. La función de los labios menores, en su posición de enmarque de los orificios vaginal y uretral, parece ser protectora de los genitales internos frente a las infecciones.
El tercer elemento visible de los genitales externos femeninos es el clítoris, una estructura muy pequeña pero eréctil, situada en la parte anterior de los labios menores. Está formada por dos cuerpos cavernosos de estructura similar a los del pene masculino, lo que, unido a su gran riqueza en inervaciones sensitivas, explicaría su erección cuando es estimulado.
Por debajo del clítoris se extiende un espacio de forma oval, el vestíbulo vaginal, en el que se abren el meato urinario o desembocadura de la uretra, y el introito vaginal, o entrada de la vagina. Este último puede estar más o menos cerrado en su inicio por una fina membrana muy rica en vasos sanguíneos llamada himen. La función del himen parece ser eminentemente protectora. Proteger la vagina, sin obstruirla por completo (cuenta con una o varias perforaciones para que, a través de ellas, pueda fluir la sangre menstrual), contra una penetración sexual precoz y defenderla de agentes microbianos patógenos cuando todavía no posee la acidez necesaria para neutralizar por sí sola las infecciones. La “revolución hormonal” de la pubertad hace al himen más flexible, al mismo tiempo que activa la secreción mucosa de las glándulas de Bartholin para lubricar las vías de acceso a la vagina, como si la naturaleza pretendiera aliviar en lo posible el dolor cuando el himen sea roto; el orificio se hará entonces mayor y su forma dependerá de cómo hayan quedado los restos de la membrana que se conocen con el nombre de carúnculas.
Finalizo aquí. La próxima semana seguiremos con los órganos internos del aparato genital femenino. Un saludo a tod@s.
Elisabeth Pons Cebrián es sexóloga
Comentarios de nuestros usuarios a esta noticia
Hi ha que vore quan poquet de valor se li dóna a tan importat orgue!
Tenim les prioritats trastocades!
Així anem!
Si mandásemos las mujeres, ¡otro gallo cantaría! (¡Os dais cuenta qué sexista es el lenguaje!)
Mira, pues, estoy de acuerdo: con nosotras se acabaría la tontería.
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