“Siempre recordaremos con cariño al que fue nuestro primer maestro”
Si observamos atentamente las condiciones de la vida, encontraremos que hay un problema esencial en el mundo: hacer mejor al hombre. Si profundizamos en las condiciones de este problema, sacaremos pronto la consecuencia de que para resolverlo, no hay más que un remedio: educar al niño. Pero la educación es una obra larga y compleja, que comprende el desarrollo y perfeccionamiento de todas las facultades y a la que deben ser dirigidos todos los afanes y cuidados de la vida entera.
Para ello, fue creado el Magisterio Nacional, un cuerpo formado por maestros nacionales que para ingresar en él, se requería estar en posesión del título de Maestro de Primera Enseñanza y haber aprobado una oposición.
En España, a partir del siglo XIX, surgió la preocupación de la enseñanza estatal; y a partir de 1812 se organizaron los distintos tipos de enseñanza primaría, media y superior que se han visto acrecentadas con estudios técnicos y artísticos.
En la época de mi niñez y adolescencia, nuestra nación había terminado de atravesar una guerra civil; era, el nuestro, un país pobre, devastado, deshecho; los ayuntamientos, de los que dependían las escuelas nacionales a través de la Junta Municipal de Enseñanza, tuvieron que rehabilitar escuelas, si bien ya existían antes de la contienda y durante la misma en edificios particulares —no habían, como ahora, grupos escolares— se instalaron las escuelas. Las conocimos en la recordada "Escola del Ratolí”, en la plaza del Sufragio; al final de la calle San Francisco; en la calle Chulvi; plaza de Santa Catalina; en l’Alquerieta; Muntanyeta; Les Barraques; Garrofera y en la calle de la Enseñanza, número cuatro, donde ejercía el magisterio mi padre —lugar donde se fundara Cartonajes Suñer, en el año 1926, que en el año 1935 se trasladó a la calle del doctor Ferrán—.
Doce pesetas diarias
Era un grupo de maestros —que percibían el emolumento del Estado de 12 pesetas diarias, que como ustedes podrán imaginar, muy escaso para subsistir una familia— casi todos llegados a Alzira el 1 de noviembre de 1934, donde tomaron posesión por concurso de traslado, como se denominaba, a “más de 10.000 habitantes”, pasando poco después, como todos los alcireños, todas las necesidades y sufrimientos que comportaba la contienda civil.
Llegados los años cuarenta, —1940— de los que recordaremos hoy, los maestros continuaron dando clase y enseñando a leer y escribir a los niños. No se olviden que en la docencia, lo más importante, entiendo, es la primera enseñanza, que es como el árbol que se planta y hay que cuidar y vigilar para que no crezca torcido. Por ello, cuando el niño acceda al siguiente paso como son las enseñanzas medias, tenga una buena base de inicio y ello se debe a los maestros de primera enseñanza, llamada ahora EGB. En 1940, mis contemporáneos se acordarán aún de sus maestros, los que nos dieron las primeras clases, con el catón, en los parvularios o con la enciclopedia de primer y segundo grado de "Dalmau CarIes". Eran Francisco Llácer, en la calle Canónigo Cervera, al mismo lado de la plaza de San Juan; Juan Bautista Navarro, en la del Ratolí; Emilio Pastor Rojo; Manuel Gaspar Lacruz; Manuel Chorro; Alfonso Escudero Inglán; José Bosch; Andrés Rico; Fernando Nuñez; Agustín Izquierdo Villagrasa; Ismael Rovira Doménech y Fabián Marco. ¿Se acuerdan de las maestras?: Emiliana Belinchón, esposa de Manuel Gaspar; Juana Vicente Marco; Agustina Benedí, esposa de Alfonso Escudero y Julia Mateo Menéndez, que es la única que vive de esta generación de maestros.
El parvulario
También recordamos a las maestras de párvulos, María Morales; Josefa Momparler; Justa Estellés, que tenía la "escuelita" en la plaza de Santa Catalina; Silveria Soler y Matilde Soler. Estaban después atendidas las barriadas de la población. En L’Alquerieta, Benjamín Durbán Alegre y María Romero; en Les Barraques, Juan Vicente Sanchis y en La Garrofera Francisco Ribero.
Sería quizás, en 1942 o al siguiente año, cuando por aquellos días se acercaban a las escuelas los fotógrafos y tomaban unas placas de los alumnos, en grupo, de las clases. La muestra que hoy publicamos está tomada en la puerta de lo que fue iglesia del Sufragio, en la plaza del mismo nombre, junto a la escuela, donde hoy se sitúa el edificio de la Delegación de Hacienda. Eran niños de la barriada, hoy hombres maduros por el paso del tiempo, que no perdona.
El maestro, Agustín Izquierdo, y de entre los alumnos que en la foto figuran, quisiéramos nombrar a todos, pero la memoria nos traicionaría. No obstante reconocemos a Gregorio Canet, al lado del maestro; un poco a la derecha, Eugenio Canet, sacerdote párroco de la iglesia de la ciudad fallera de Valencia; en la línea superior hacia la derecha, Pepe Aranda Company; al lado de Gregorio Canet; los hermanos Grande, Manolo y Lorenzo; el tercero de la línea de abajo, Bernardito Cuenca, fallecido no hace muchos años y el que suscribe, tercero de la línea superior.
Niños, que en la época en que comenzaron la enseñanza, solamente disponían de pocos libros; como hemos dicho, la enciclopedia, una libreta, lápiz, goma de borrar, un tintero empotrado en el pupitre donde mojar la pluma y muy poco más. Hoy, "como las ciencias adelantan que es una barbaridad", nuestros hijos salen, de lo que en la actualidad se llama EGB, mayormente preparados para acceder a institutos y más tarde a la universidad, con mejor capacidad que nosotros, los de la generación del "moniato" y la "coca de dacsa", pero de lo que estoy bien seguro, es que siempre recordaremos con cariño al que fue nuestro primer maestro.
Alfonso Rovira, 14.02.1993
Comentarios de nuestros usuarios a esta noticia
Me gustaría conocer datos de un maestro de escuela que se llamaba Don Rafael y que tenía una academia en la calle Mosén Grau.
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