Por: Benito Hernándiz / NCS Informática
Una crisis económica no significa necesariamente el final; para superarla lo primero que se necesita es reinventarse
En 1909, la ciudad de San Francisco fue asolada por un devastador terremoto de magnitud 7.8 en la escala de Ritcher, al que le siguió un pavoroso incendio que destruyó la mayoría de viviendas de una población estimada de 400.000 habitantes. Su reconstrucción comenzó de inmediato y en la actualidad San Francisco se ha convertido en una floreciente ciudad de cerca de 1.000.000 de habitantes. En 1989 un nuevo terremoto sacudió San Francisco, esta vez de 6.9 grados, sin embargo el número de casas destruidas se mantuvo alrededor de las 10.000 sobre una población mucha mayor. ¿Qué ha ocurrido para que dos acontecimientos similares presenten consecuencias tan dispares? Simplemente que la reconstrucción se realizó conforme a un nuevo código de construcción donde la amenaza sísmica pasaba a formar parte de un hecho altamente probable. Se hicieron las reformas adecuadas y si tuviéramos que imaginar un final para San Francisco la posibilidad de que fuera un terremoto el causante sería la última entre las posibles opciones.
En las empresas sucede algo parecido. Una crisis económica no significa necesariamente el final, aunque es cierto que en algunos casos puede llegar a serlo, sino un periodo turbulento con múltiples dificultades de diversa índole. Para superar una crisis lo primero que se necesita es reinventarse. Solamente de esta manera podemos lograr, como en el caso de la ciudad de San Francisco, recuperarnos e incluso mejorar.
Las crisis suelen aparecer normalmente por el agotamiento de un modelo económico que hasta ese momento ha funcionado bien pero que deja de funcionar y, por lo tanto, estamos obligados a realizar cambios de forma inmediata, pues las cosas que hasta ese momento funcionaban dejan de funcionar. Éxitos pasados no garantizan éxitos futuros y, por lo tanto, la palabra clave es cambio. Hemos de hacer cambios, pues de nada sirve lamentarse de la situación pues es imposible que por sí misma se solucione.
Nos encontramos con un montón de negocios estancados intentando vender lo mismo de siempre, empeñados en mantener la misma actitud que realmente en otros tiempos cosechaba éxitos pero que en la actualidad ha dejado de tener sentido pero, también, vemos otros negocios que han descubierto como bordear la situación y vemos como la evolución de sus productos y servicios les han permitido incluso posicionarse mejor, gracias a la debilidad de sus competidores. Debemos dejar el concepto de rigidez a un lado y adoptar un camino más flexible que admita cambios y matices. Tenemos algunos ejemplos recientes de importantes cadenas de informática que echan el cierre debido bien a una falta de adaptación a los nuevos tiempos o, quizás, al final del ciclo en el que estaban interesados. Para estas empresas es más fácil cerrar que innovar demostrando un claro interés individualista al margen del concepto de creación de riqueza o de voluntad emprendedora con las dificultades que a esta actividad se le suponen.
Pero para todos los demás, los que sí deseamos hacer el cambio, un mundo esperanzador se presenta ante nosotros. Algunos pequeños conceptos nos pueden ayudar a adoptar estos cambios o reforzarlos si ya hemos empezado a realizarlos.
No ofrecer lo mismo que nuestro competidor. Si ellos compiten con precio nosotros con servicio, con postventa etc. Si se compite por lo mismo, precio, la lucha será como una batalla que incluso en el hipotético caso de vencer, las bajas acumuladas en la contienda serán irremplazables.
Nunca perder el enfoque. Una empresa destaca haciendo lo que realmente sabe y esto tarde o temprano nuestros clientes lo notarán.
Tratar de hacer un plan y no vivir al día. Marcarse objetivos a medio plazo es fundamental para saber lo que queremos y controlar nuestra trayectoria.
Pro actividad
No podemos esperar a que el éxito venga a visitarnos. Hay que tener iniciativa, ¡actuar! Y, sobre todo, no confiar en el resultado de hoy pues es sabido de lo efímero que puede resultar un éxito.
Analicemos que tareas nos ‘roban el tiempo’ y tratemos de optimizar. En algunos casos devolver un material es más costoso en tiempo y pequeños gastos que el producto en sí. Deshagámonos de él y deshagámonos de productos o fabricantes que, con sus laboriosos procesos, nos ‘roban el tiempo’ necesario para vender o producir.
Cuidemos al detalle nuestra reputación. En un mundo cada vez más 2.0 las experiencias de nuestros clientes cuentan cada vez más. Esforcémonos pues cada vez más en mejorar nuestra calidad en todos los sentidos, atención al público, valor agregado, tiempos de resolución, calidad en los productos, etc.
Reinventarse constantemente
No debemos olvidar nuestro concepto inicial y si realmente lo hemos comprendido sabremos que nada es para siempre y que hemos de estar siempre preparados para nuevos y rápidos procesos de cambio.
Twitter : @BeniHernan
Benito Hernándiz / NCS Informática
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