Viernes, 25 de febrero – Casa de la Cultura de Alzira, 20:00 y 23:00 horas (2 sesiones) – Entradas 1’50 y 2 euros
Interpretación: Imanol Arias (Jorge del Pino), Lluís Homar (Enrique Corgo), Roger Princep (Miguel), Carmen Machi (Rocío Moliner), Fernando Cayo, Diego Martín, Oriol Vila, Luis Varela, José Ángel Egido, Javi Coll, Concha Hidalgo.
Guión: Fernando Castets y Emilio Aragón.
Producción: Emilio Aragón y Mercedes Gamero.
Distribuidora: Hispano Foxfilm.
No recomendada para menores de 7 años.
“Pájaros de papel” es la historia de un grupo de artistas de vodevil después de que la guerra les haya quitado todo menos el hambre. El músico Jorge del Pino, el ventrílocuo Enrique Corgo, la cupletista Rocío Moliner y el huérfano Miguel forman, junto a otras almas perdidas, una curiosa familia que intenta vivir y pelear cada día como cualquier otra, con sus miserias y sus alegrías, con el aliciente de su música y sus canciones. Y a falta de pan, buenos les resultan los aplausos. Entre vencedores y vencidos buscan, más que una oportunidad en la vida, algo que comer o un lugar donde dormir. Pero antes de lo que se imaginan, son puestos a prueba y tienen que tomar decisiones que se convierten en una cuestión de supervivencia.
En la triste España de posguerra. Un grupo de cómicos se enfrenta a la vida con humor, de la mejor manera posible. Emilio Aragón debuta como director con “Pájaros de papel”, un trabajo presentado y perfilado como un sentido homenaje a una profesión a la que ha estado ligado durante toda su vida como miembro de uno de los clanes artísticos más relevantes y reconocibles de nuestro país. Un impulso creativo meritorio y respetable, pero que no consigue transmitir el más mínimo ápice de vida durante sus dos horas de exasperante metraje, difuminando el objetivo de entretener a un palco final cuya composición no queda muy clara más allá de los profesionales de las tablas o aquellos que sufrieron en sus carnes las penurias de la guerra civil.
En su puesta de largo tras las cámaras, Aragón fracasa desde la misma composición de un reparto encabezado por el insostenible Imanol Arias, que con el ceño fruncido y permanentemente arisco lidera un elenco en el que Lluís Homar se somete sin rechistar a sus designios y mandatos, por ser quien ha de salvar a esta destartalada troupé de ánimo imbatible pero nefasto directo; Carmen Machi luce escote y solicita más grandes jofainas para sufrir menos en silencio, mientras que el pequeño Roger Princep, proyecto y apuesta de nuestro séptimo arte desde que se dejara inquietar por los fantasmas de Bayona, recita con infantil frescura sus líneas de diálogo. En un Madrid y provincia prístinos y sin una sola mota de polvo, cabalga la cuadrilla a la espera de tiempos mejores, ajenos al sopor que inunda un patio de butacas impávido ante la nulidad rítmica de una historia que vibra al ritmo de una pretenciosa y grandilocuente banda sonora.
Y es que la apuesta del director se estampa una y otra vez en la búsqueda de la solución fácil, del cliché recurrente, del tópico repetitivo y del incordio constante y definitivo; quizá consciente de que hay público más allá de su círculo de pretendidos, o quizá como mera justificación de un clímax tan facilón como evidente, inventa en los últimos rollos una suerte de complot stauffenbergiano que acelera, siquiera unos instantes, el lapidario tono con el que nos aproxima a una conclusión en la que se alude, en la juiciosa y sabia mirada de su propio padre, a lo intemporal de una profesión por todos adorada. Un cierre emotivo, coherente con el espíritu fundacional de unos “Pájaros de papel” que pueden rebosar abisal amor y sinceridad verdadera, pero que no se sacuden en ningún momento la frialdad de quien olvida, sumergido en sus propios recuerdos, que el cine ha de invitar a soñar… despierto.
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