

Viernes, 11 de febrero – Casa de la Cultura de Alzira, 20:00 y 23:00 horas (2 sesiones) – Entradas 1’50 y 2 euros
Guión y Dirección: Julio Medem.
Productores Ejecutivos: Álvaro Longoria, Julio Medem.
Directora de Producción: Cristina Zumárraga.
Directora de Arte: Montse Sanz.
Director de Fotografía: Álex Catalán.
Maquillaje y Peluquería: Susana Sánchez.
Música original: Jocelyn Pook.
Sonido Directo: Juan Borrell.
Montaje de Sonido: Polo Aledo y Nicolás de Poulpiquet.
Ayudante de Dirección: Sara Mazkiarán.
Ayudante de Montaje: Yago Muñiz.
Fotógrafo de Escena: Diego L. Calvín.
Una habitación de hotel en el centro de Roma es el escenario interior en el que dos mujeres jóvenes que se acaban de conocer se internan juntas en una aventura física que les tocará el alma.
Todo transcurre en una noche y en las primeras horas de la mañana de un día del comienzo del verano de 2008, antes de que Roma lance a cada una de ellas al lugar al que pertenecen; por la tarde Alba (Elena Anaya) volará a España, y Natasha (Nathasa Yarovenko) a Rusia.
La habitación del hotel, que parece haberlas estado esperando siempre con la emoción de la historia incrustada en sus viejas paredes, sugestiona una atmósfera cargada de erotismo y sensualidad con una extraña fuerza que engancha sus miradas apuntando hacia lo desconocido. Nacen sentimientos nuevos que Alba y Natasha aceptan y al mismo tiempo quitan importancia hablándose con soltura y buen humor. Un pacto natural de ligereza que propicia situaciones tan cómicas como enigmáticas antes del ataque inesperado de un amor punzante como una flecha lanzada desde lo alto. Durante doce horas, de noche y de día, estas dos mujeres desvelarán sus vidas; primero ocultándose y protegiéndose por miedo a la atracción sin retorno y luego dejándose acompañar hacia el paisaje desconocido de la otra, habitado por sus compromisos y el amor sincero hacia sus respectivas parejas; en el caso de Alba, una mujer que tiene dos hijos y el de Natasha, su profesor de Renacimiento con el que se va a casar la próxima semana.
Ambas girarán sobre sí mismas hasta ponerse boca arriba mirando juntas hacia otra verdad, un abismo compartido, el secreto guardado en una habitación en Roma, una sorpresa del tiempo anterior que les adelanta un regalo del destino para que hagan con él lo que más deseen. Así nace para ellas su nueva libertad.
Alba (Elena Anaya) y Natasha (Natasha Yarovenko) cruzan sus soledades en una “Habitación en Roma”, un encuentro que cambiará sus existencias para siempre convertido en la más intensa experiencia de sus vidas. Para el espectador no lo será tanto. Julio Medem se convirtió en uno de los nombres claves de nuestro cine desde el mismo momento en que “Vacas” llegara a los cines hace casi treinta años; sin embargo, sus dos últimas propuestas, “La pelota vasca, la piel contra la piedra” y, sobre todo, “Caótica Ana”, no han cuajado demasiado entre el público, no especialmente masivo, que se mantiene fiel a su personalísima -y necesaria- filmografía. Y esta nueva propuesta, remake de la chilena “En la cama”, es total y contundentemente decepcionante en su fondo, sin que su cristalina forma salve el desaguisado.
Es del todo inevitable que la película, centrada en el progresivo y veloz enamoramiento de una lesbiana de nacimiento -Anaya- y una ocasional -Yarovenko-, acelere su impulso comercial por el morbo que despierta la suposición de cien minutos de carnalidad desfogada; sin embargo, lo mejor de la propuesta reside en el extraordinario respeto con el que Medem trata a su entregadísima pareja protagonista, que luce ideal belleza de pasarela en una trama en absoluto lasciva, orientada hacia la plasmación de un amor total, absoluto, puro e inesperado para ambas. Y es aquí, curiosamente, donde también tropieza la cinta, que resulta tan fría en su ideal de perfección que la relación se hunde en un pozo de inverosimilitud artificiosa, pomposa y presumida del que no es capaz de escapar. Aunque puede que tampoco lo pretenda sumida en sus devaneos con simbolismos divinos, tan ostentosos como inofensivos y cándidos.
Sexo sin pasión, soft de postal, ardores en pose permanente que salpican una conversación malogradamente profunda y agotadora, repleta de confesiones, mentiras y desahogos que buscan ensamblar dos almas en un preclímax constante a la luz de una perfecta disposición técnica que, sin abandonar en ningún momento la estancia del título, se deja mecer por una repetitiva hasta lo irritante banda sonora de Jocelyn Pook que machaca la paciencia del palco con la inestimable colaboración de la recatada y fulgurante Russian Red. El elemento masculino hiere también mortalmente al conjunto, con Enrico Lo Verso dando vida a un ridículo botones que propone pepinos hervidos mientras farda con gracia simpar de su tono digno de un barítono de pro. Bajo la atenta mirada de Cupido, se desentraña esta efímera anécdota fílmica como un estilizado tránsito hacia el más ansiado proyecto de Medem, esa recuperación de la figura de Aspasia que durante tanto tiempo ha anhelado -y que guiña aquí de forma tan natural como descarada- y esperemos que en breve pueda ver la luz.
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