

Solo el fuego puede con las fallas
Heladas e inundaciones no apagan la fiesta
En estos últimos cincuenta años que cuenta de vida la Junta Local Fallera de Alzira caminando, haciendo fiesta cada ejercicio, han encontrado a su paso diversas vicisitudes que les han llevado en tres ocasiones a suspender la fiesta o, por lo menos, no llevarla a cabo con el esplendor acostumbrado. Pero, como valencianos que son, nada les arredra, nunca mejor comparación como el Ave Fénix, de las cenizas ha resurgido la fiesta teniendo una continuación.
Recordamos el año 1957, cuando una cruel helada dejó desolada la Ribera y privada de su riqueza más próxima como son los cítricos.
El año anterior finalizaba su mandato en la Junta Local Arturo Masiá Picot; eran falleras mayores Rosa Botella Esparza Ahulló y Ana Peris Signes. En 1957, debido a la catástrofe antes mencionada no se plantaron fallas pero, en 1958, al tomar posesión como presidente de la Junta Local Fallera el mestre Francisco Llácer Domingo, se continuó la fiesta. Había tomado el relevo de fallera mayor, Ana Botella Ahulló, prima de la anterior y la fallera mayor infantil era Presentín Llinares Gómez. Por primera vez, en los 17 años transcurridos desde el inicio de la Junta Local, se había dejado de plantar fallas. Alzira era una ciudad desolada.
Veintiséis años después, las aguas del Xùquer se enseñorearon por la Ribera. La ‘pantanada’, como sabemos, dejaría sin enseres a muchas familias y los falleros, en el mes de noviembre, acordaron no realizar la fiesta. No obstante, el presidente de la Junta Local, Eduardo Gallardo Herrera, junto con los presidentes de las distintas comisiones, decidió plantar una falla volviendo a los inicios de las mismas, l'estoreta, y para ello recogieron todos los enseres viejos y los amontonaron en el lugar donde planta falla la comisión de la Plaçeta y así lo hicieron. Las casualidades de la vida hicieron que las hijas de las falleras mayores de aquel año 1957 fueran también, en esta ocasión, falleras mayores de Alzira, Monserrat Esparza Botella y Ana Collado Peris, que vieron prolongado su reinado.
La fiesta se llevó a cabo los días 18 y 19, con un baile en la Plaza Mayor, amenizado por Los Serenade. El día de San José, a la hora tradicional, se quemó la falla de cajones de madera y otros enseres inservibles.
Hubo una comisión alcireña que si plantó falla; fue la de la Calle Albuixarres, una gran caja en forma de ataúd, abrazada por cuatro cirios y algún que otro letrero al acorde de las circunstancias; fue confeccionada en casa del fallero, ebanista al mismo tiempo, Juan Marco Comas.
Transcurrieron 26 años, nuevamente la Ribera se vio visitada por las aguas y privada de las fiestas falleras. Sin embargo, a la entrada de la calle Calderón de la Barca, en una de las esquinas de la Plaza Major, los falleros alcireños, con la Junta Local al frente y su presidente, Bernardo Chordá Carrascosa, plantaron una falla. Las falleras mayores eran María José Castillo Estrelles y Diamar España Cucarella, que también repitieron ejercicio.
Las inundaciones provocadas por la riada del 4 de noviembre de 1987 afectaron a los monumentos que los artistas preparaban en sus talleres.
No obstante, al transcurrir unos meses, antes de las fallas, opinaron los falleros que se habían precipitado en la decisión de no plantar falla. Así que, rápidamente, encargaron a los artistas alcireños Vicente Femenía y Bernardo Javier Iñigo un monumento para la falla mayor y otro para la infantil. Los actos más notables que se realizaron en aquellas fiestas fueron la mascletá i despertá; la ofrenda de flores a la Virgen de Lluch y la cremá de la falla el día de San José, a las 11 de la noche.
Como refleja el documento gráfico que acompañamos fue una falla que simbolizaba los efectos de la riada, con obras de arte inundadas, casas abandonadas y como reza en el programa de aquel año i el nostre poble en perfil de mort.
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