¡Qué mundo tan vulgar!
La exquisitez no se vende en Doña Manolita, hay que empeñarse en conseguirla
En lo mejor de lo peor...
Me comentaba ayer un amigo que a este mundo le quedan 50 años. Su desconsuelo se basaba al comprobar la cada vez más frecuente dejadez en el ámbito profesional. A casi nadie le preocupa ya el buen hacer y el buen gusto por hacer cosas. A casi nadie le preocupa ser un buen profesional, parece que el único desvelo sea cobrar a final de mes y… a otra cosa.
Hoy le he pedido al camarero que me atendía en el restaurante en qué consistía el arroz a la coreana que figuraba en la carta. Su respuesta fue para enmarcar: pues, la verdad, no lo sé…
No puedo estar de acuerdo con mi amigo, se ha excedido; a este mundo le quedan unos 25 años como mucho. Si en el día a día cada vez es menos importante admirar a las personas por sus conocimientos, aptitudes, eficiencia o por la forma de hablar, escribir o vestir y no se valoran las buenas formas y conductas estamos abocados a la vulgaridad generalizada y, con ella, a la hecatombe social.
La exquisitez no se vende en Doña Manolita, hay que empeñarse en conseguirla, pero la basca no está por el refinamiento interior. No hay suerte.
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