Relato literario de Eva Borondo
“Escucho el palpitar del nuevo despertador que esta noche no me dejaba dormir, pero que ahora me parece una compañía perfecta”
Los domingos literarios
Esta entrada es personal. Una de las entradas en las que no tengo que contar nada, una exhibición de lo intrascendente. Pero me apetece escribir un poco.
Estoy en el saloncito frente al portátil que me gusta en su uso fijo, aquí justo, en este rincón tranquilo y bien iluminado.
Escucho el palpitar del nuevo despertador que esta noche no me dejaba dormir, pero que ahora me parece una compañía perfecta.
Le dije a mi amor al acostarnos: “Si quieres lo quito de aquí, a mí no me molesta, pero si a ti sí…”. Y me contestó, “No, está bien”.
Pasó un minuto en el que yo ya negociaba mi entrada al lugar de los sueños y me dice en la oscuridad: “Enciende la luz”. De repente me aterro, demasiada imaginación y conversaciones sobre espíritus días antes. Le doy al interruptor de la lamparita y respondo. “¿Qué?”, molesta, por sentir miedo y porque mi negociación quedó en el aire… quizás para no mostrar el miedo tonto que tenía. Demasiada imaginación.
Me dice: “Dámelo”. Supe que era el pequeño emisor de tic-tacs. Sabía que a eso se refería porque esas pulsaciones no escapaban de mi cabeza. No podía ser nada más.
Y pensé: “Se va a levantar, va a soltar algún sarcasmo y se lo va a llevar lejos del dormitorio”, pero no, en lugar de esto me dice que cree haberle puesto la alarma a las tres de la mañana y que se lo muestre para quitarla.
Y me digo: “Dios, a las tres de la mañana” y tiemblo de horror al imaginar el sonido destructor de tímpanos que probamos por la tarde y que hicimos pacto de no programarlo jamás,
“¿Ves? Así es”, y me muestra una palanquita en el reloj de cuerda negro tan mono que se me antojo ayer. Pienso: “Con lo bonito que es… pero qué poco práctico”. Dudo si llevarlo a otra habitación, pero pienso que su lugar está ahí, en la cómoda junto a mi cama. Además, un sonido monótono, no puede molestar tanto, ya me haré a él. Paciencia.
Apago la luz e intento dormir durante un minuto en el que me doy por vencida y me lo llevo lejos de mi oído.
La rendición fue muy rápida, pero me sentía muy cansada para luchar mentalmente.
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