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EL SEIS DOBLE
domingo, 18 de septiembre de 2022
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 ¿Final feliz o final abierto?

La aventura de escribir | Juan Pablo Giner


 

 

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La aventura de escribir  | Juan Pablo Giner

 

Generalmente, las novelas nos cuentan historias que se adaptan, con más o menos fidelidad, al esquema de cualquier relato, que se resume en tres fases: exposición, nudo y desenlace. Así pues, se plantea una situación, se desarrolla con un nivel de complicación más o menos intenso y, finalmente, se resuelve de manera feliz o satisfactoria en la mayoría de los casos.

El autor puede, a lo largo de la exposición de los hechos, crear momentos de incertidumbre o interés, que no se resuelven inmediatamente y que animan al lector a seguir la historia. Generalmente se pone al protagonista o a alguno de los personajes principales en una situación de gran riesgo que es conocida en el argot literario como “cliffhanger”. Este recurso que significa “colgando del acantilado” lo utilizó por primera vez un tal Thomas Hardy en la segunda mitad del siglo XIX, cuando, al final de una de sus novelas por entregas, dejó a su protagonista, literalmente, colgando de un acantilado. Esta situación, pues, es la que ha dado nombre al recurso del que estoy hablando y que ha sido utilizado desde entonces con muchísima frecuencia.

Pero el cliffhanger no solo forma parte de alguna secuencia dentro del relato, sino que se ha convertido en un elemento que puede aparecer más allá de una secuencia, y así lo encontramos al final de cada capítulo de una serie de televisión y, lo que es más chocante, al final de una temporada, para que aguardemos impacientes la llegada de la nueva.

Hay novelas que, al modo de las series de televisión, presentan un desenlace a la trama principal, pero dejan algún aspecto del final abierto para permitir a su autor continuar con una historia nueva relacionada con los mismos personajes.

Hay otras, en cambio, cuyos autores dejan deliberadamente el final abierto de manera que invitan al lector a imaginar ese final, convirtiéndolo en coautores del relato.

Reconozco que es más gratificante para el lector cerrar por completo las historias, pero confieso que en alguna de mis novelas he dejado deliberadamente el final abierto, no para seguir con otra novela, sino para hacerle imaginar los posibles finales.

¿Y usted qué prefiere, amable lector, el final feliz o el final abierto?
 
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El Seis Doble no corrige los escritos que recibe. La reproducción de este texto es literal; fiel a las palabras, redacción, ortografía y sentido del autor/es.

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Comentarios de nuestros usuarios a esta noticia

Benito - 18/09/2022
Prefiero un final cerrado, para mí eso denota la calidad de un autor.
Creo que hoy en día, si una obra es buena, se le deja un final abierto no en miras a conseguir no una calidad literaria, sino un mayor beneficio económico para la editorial y el autor con las ventas que pudieran conseguirse de futuros libros continuadores de la historia.
Además, con un final abierto se puede desvirtuar mucho la obra original si los que deciden continuar la historia son autores distintos.
viejo - 18/09/2022
Qué más da si la novela es buena.
Saludos
Indisnado - 19/09/2022
Creo que es mejor un final cerrado.
Imagínense que van a comprar el pan y el panadero dice dame lo que crees que vale el pan. Luego se te queda mirando con un euro en la mano. Fue mucho o poco?.
O que el mecánico dice haber arreglado el coche pero no te dice la avería.
Que te declaras a tu pareja y te dice que te dará una respuesta en breve que nunca llega.
Que pierdes el último capítulo de un libro. Vale la pena perder el tiempo en su lectura?
Que un tal Fermat dice tener una demostración a un teorema, que no le cabe en el margen y se tardan más de 100 años para resolver el problema.
Prívensenos de un principio. Prívensenos de un nudo, pero no se nos omita el desenlace. Tras una novela con final abierto, no vuelvo a perder el tiempo leyendo a ese autor pusilánime. Mate al protagonista, o dele la felicidad, pero termine lo que empezó.
Y por último como crítica imagínese que me pregunta que me parece usted como autor. A lo que yo le respondo que prefiero no opinar. Insufrible. Le diré que me gusta o que me disgusta. Pero no me manifestaré tíbio, como no me gustan los finales abiertos. Prefiero los finales trágicos o felices, pero si no hay un final nunca hubo un principio, ni una trama.

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