Opinión: Xavier Cantera
“Los políticos cambian peros los funcionarios públicos permanecen…”
Una opinión más | Xavier Cantera
Antes de irnos de vacaciones, antes de que cierren los centros educativos antes que en las tertulias del verano despotriquemos sobre los funcionarios públicos, viene muy oportuna la celebración, el 23 de junio, del Día de la Administración Pública. Naciones Unidas quiere que "celebremos el valor y la virtud del servicio público para la comunidad; destacando la contribución del servicio público en el proceso de desarrollo; reconociendo el trabajo de los servidores públicos y para alentar a los jóvenes a seguir carreras en el sector público". Me dice mi experiencia que solemos despotricar de los funcionarios hasta que algún familiar nuestro entra a trabajar en la Administración Pública. El caso paradigmático de esta experiencia fue el de un padre que, siendo de la derecha anticatalana, cambió los insultos por las alabanzas cuando su hijo fue contratado por la Generalitat Catalana para dar clases de música en un instituto.
Quienes hemos tenido la suerte de servir a la comunidad en la que vivimos como cargo público elegido democráticamente, hemos conocido de cerca el día a día de los trabajadores de la Administración Local, quienes, además, hemos, por nuestro trabajo, que relacionarnos con la Administración Autonómica, sabemos cómo se trabaja en los despachos desde donde se administran los servicios públicos de los que depende gran parte del estado de bienestar de la ciudadanía: sanidad, educación, servicios sociales, dependencia etc. etc. Por eso, quienes utilizamos la Clau, la Casa de la Cultura, un Polideportivo, un ambulatorio o tenemos hijos o nietos en edad educativa, deberíamos manifestar un gran respeto y consideración por los trabajadores públicos que nos atienden y quitarnos de la cabeza que son simplemente siervos que pagamos con nuestros impuestos.
En la Administración Pública hay dos niveles: Quienes toman las decisiones políticas y quienes, en base al cumplimiento de las leyes aprobadas, hacen que esas decisiones lleguen a la ciudadanía en forma de prestación de un servicio, de una multa, de una prestación económica o de una beca de estudios. Los políticos siempre pueden ser criticados si, después de enterarnos bien y de pedir explicaciones, vemos que sus decisiones son incorrectas. Pero hablar mal y tirar por tierra el trabajo profesional de los funcionarios públicos es una costumbre, alimentada con miles de chistes baratos, para desprestigiar los Servicios Públicos y así crear el caldo de cultivo oportuno en la opinión pública para después pedir privatizar los servicios que sólo podrían pagar quienes tienen una renta aceptable y no todas las personas que los necesiten. Claro que se pueden equivocar, y para eso debemos utilizar las reclamaciones y las alegaciones, pero pensar que lo hacen para fastidiarnos, demuestra poco talante cívico con intención de hacer pagar en los funcionarios nuestra oposición al color político gobernante. De ahí nace una tradicional equivocación que expresamos cuando decimos: "Cuando vengan los míos", cuando en realidad, los políticos cambian peros los funcionarios públicos permanecen, dando así confianza y estabilidad a la aplicación de las leyes mientras no las cambien. Como se ha visto en la pandemia, los servicios públicos y sus profesionales nos han hecho más soportable la vida.
Añadir un comentario