Sin ansia de reconocimiento
A pesar de ello, llegó a ser un peso pesado en su pueblo natal
En lo mejor de lo peor...
Tuve en un tiempo un maestro que hoy es mi amigo, eventualidad que se ha robustecido con los años. Aprendo más de él como amigo que como maestro y no porque fuera peor docente que compañero, sino porque la sazón de mi entendimiento ha mejorado mucho desde mi época juvenil a hoy.
Ha sido profeta en su tierra, casi sin quererlo porque, como me ha comentado más de una vez, no puso la mano ni el culo. Es un caso poco común que alguien con carencia de ansia de reconocimiento llegue a ser un peso pesado en su pueblo natal.
Hoy disfruta con dignidad contemplando la vida desde una atalaya distanciada de la incertidumbre que rodea al ser humano y alejado del mundanal ruido en una gran urbe, por incongruente que parezca.
Atrás quedan los pueblos que empobrecen y envilecen porque están llenos de vanidad de vanidades, atrás queda el absurdo del placer mundano de ser reconocido y atrás quedan los pensamientos de un Viernes Santo como hoy.
Ramón Alfil
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