Opinión: Xavier Cantera
La ONU establece el 5 de abril como Día Mundial de la Conciencia para promover una conciencia social, colectiva y global
Una opinión más | Xavier Cantera
Da la coincidencia que en el año anterior al COVID-19, la ONU establece el 5 de abril como Día Mundial de la Conciencia para promover una conciencia social, colectiva y global, superando los acuerdos políticos y económicos. Y fue precisamente la actual pandémia del coronavirus que nos ha forzado a la la toma de una "conciencia global", es decir, que gran parte de la humanidad nos "hemos dado cuenta" de algo que nos afecta a todas las personas porque estaba en juego nuestra salud y nuestras vidas. Eso si, hemos tomado conciencia colectiva pero fraguada desde el interior de cada persona cumpliendo una serie de normas que nos protegían del virus. Aunque nos falta una gran dosis de solidaridad para repartir más y mejor la vacunas en los países pobres.
Tomamos conciencia e hicimos emerger la información que teníamos en nuestro interior sobre la salud, sobre el miedo a la muerte, sobre lo hermoso que es vivir, sobre la voluntad de no contagiarnos ni de contagiar y por eso nos pusimos las mascarillas, guardamos la distancia social, nos encerramos en nuestras casas en los peores días e incluso renunciamos a ganar bienes materiales si poníamos en peligro nuestro bienestar. Tomamos conciencia descubriendo los verdaderos motivos que tenemos para vivir. Es cierto que nos ayudó el miedo a contagiarnos y la obligatoriedad del cumplimiento de las normas establecidas, como el estado de alarma. Actuamos con conciencia colectiva para bien de la sociedad y, unas personas a otras, nos influenciamos para proteger a la colectividad y aplaudíamos a quienes nos curaban o nos ayudaban. Aunque siempre han habido grupos de insolidarios y egoístas.
Ahora, también a la fuerza, estamos tomando conciencia de la guerra y de sus consecuencias porque nos da miedo la inseguridad, la inestabilidad económica y porque hacemos emerger, desde nuestro interior, unos valores como la justicia, la democracia, la solidaridad con las personas refugiadas y el respeto a los derechos humanos que no queremos perder ni que desaparezcan de nuestra sociedad. Independientemente del grado de conciencia pacifista que tengamos no aceptamos la guerra como solución. Como consecuencia de la guerra y a causa del imperio del mercado sobre los precios de la energía, también estamos tomando conciencia colectiva de lo cara que se está poniendo la vida y con ella la cesta de la compra, el transporte y la movilidad aceptando como mal menor, aunque nos molesten, las protestas de algunos colectivos. Pero aquí no termina todo. Ahora es responsabilidad de los gobernantes democráticos que sepan recoger esta conciencia colectiva para transformarla en decisiones justas y eficaces pero también es nuestra obligación insistir hasta que lo hagan. Que no sea una conciencia de temporada.
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