Opinión: Xavier Cantera
Con fuerza renovadora para querer progresar en la construcción de una sociedad cada día más avanzada en derechos
Una opinión más
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Xavier Cantera
La mañana del 19, me asomé al mirador de mi casa y donde, otros años, admiraba una especial falla y escuchaba rumor de la "despertada", ese día, era vacío urbano y silencio total. Solo los residuos de la traca, disparada hacía unos minutos, quedaban sobre el asfalto y sobre la placa que, en el pavimento, recuerda dónde está el centro de la falla cuando se planta. También contemplé los grandes carteles que la comisión ha colocado sobre la pared del supermercado, en los que se nombran a todas las personas que hacen posible que, cada año, la falla surja de la nada.
Esta triste, pero obligada imagen, me ha ayudado a comprender que, aún no habiendo fallas, el ejemplo de la "fuerza" del mundo fallero, de la "esencia" de las fallas y del "valor" de la fiesta fallera, no económico sino cultural y como talante propio para afrontar el futuro, nos puede ayudar a superar esta pandemia que lo ha arrollado todo y, algo más importante, a salir de ella con la misma fuerza superadora, renovadora, creativa e ilusionada que tienen las comisiones y el mundo fallero al minuto siguiente de quemarse el monumento fallero.
Así como el trabajo de las comisiones que, año tras año, nos contagian de su valor, de su carácter y de su fuerza para animar la convivencia ciudadana, ahora nos pueden servir de ejemplo en la tarea de salir de esta con la misma vitalidad. ¿De qué forma?
Con carácter de superación de todas las dificultades, de todos los incumplimientos, de todas las llegadas tarde y de todas las imprevisiones que nos han impedido afrontar esta epidemia con más solvencia científica, mejor gestión política y total responsabilidad ciudadana. Con fuerza renovadora para querer progresar en la construcción de una sociedad cada día más avanzada en derechos, como, por ejemplo, el de la muerte digna, y cumplidora de nuestras obligaciones como el plan de choque para reducir la lista de espera de las personas en situación de dependencia.
Con fuerza creativa para no repetir los mismos estilos ya viciados de una transición que ya no responde a las exigencias que la ciudadanía pide a las instituciones, de las buenas prácticas éticas que exige a sus representantes y para superar la falta de solidaridad de algunos colectivos irresponsables que no quieren impuestos y después disfrutan de lo público de la fiesta. Y con la misma ilusión de la fiesta fallera que antepone la satisfacción colectiva al lucimiento personal, que defiende el éxito de la comisión fallera para bien del barrio y de la ciudad y que crea cultura, diversión e intercambio, en medio de la pluralidad, sin excluir a nadie. Imitando este carácter fallero podemos salir de esta pandemia, incluso, con cara de fiesta y sin que se nos noten las lágrimas ni las depresiones.
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