Elsa Punset: “Las personas que abrazan envejecen más despacio”
Hace ya un año que por culpa de la Covid 19, vivimos inmersos en una extraña nueva normalidad dónde las relaciones interpersonales y el contacto físico fuera del reducido círculo de los convivientes no es nada recomendable,pero con todo es fundamental no olvidar que el contacto físico es una necesidad biológica.
El sentido del tacto, a menudo infravalorado e incluso censurado en algunas sociedades, es uno de los más imprescindible y en ese aspecto nuestra piel actúa como una verdadera extensión del sistema nervioso.
No es casualidad que sea el sentido más desarrollado al nacer, tan solo tenemos que recordar a los recién nacidos y en particular los prematuros para quienes el
contacto piel con piel es tan básico como el comer o el dormir para darnos cuenta del alcance que ha podido tener para muchas personas la repentina pérdida de contacto físico debido a la pandemia.
Es lo que los especialistas llaman el efecto “hambre de piel”, un verdadero síndrome de abstinencia que provoca estrés, malestar, ansiedad y sentimiento de tristeza a quienes lo padecen.
Pero volvamos al contacto físico: el tacto encierra varios secretos relacionados con el bienestar.
Según varios estudios científicos el contacto con la piel incrementa la actividad de un nervio cerebral llamado “vago” y a medida que aumenta dicha acción, el sistema nervioso se ralentiza y la frecuencia cardíaca y la presión arterial disminuyen; las ondas cerebrales muestran entonces relajación.
Por otra parte, disminuye la producción de cortisol (la llamada hormona del estrés) y aumenta la oxitocina y la serotonina que tienen efectos relajantes: ¡literalmente el contacto físico produce bienestar!
Pero también nos hace más saludables porque desinhibe la producción de linfocitos que son la primera defensa del sistema inmune fortaleciendo así nuestro sistema inmunológico.
Al nivel psicológico el contacto activa una zona del córtex cerebral relacionada con la confianza y la conformidad: sentimos más confianza y más simpatía con quienes establecen contacto físico con nosotros, la piel fortalece los vínculos entre las personas.
Muchos son los beneficios del contacto, tanto al nivel emocional como físico. Un abrazo, una caricia, un suave apretón son aquellas pequeñas grandes cosas que nos conectan con una parte muy básica de nosotros mismo y nos hacen realmente mucho bien.
Es imposible obviar esa realidad y esperar que el aislamiento al que se han visto sometido muchas personas, sobre todo nuestros mayores, por las circunstancias de la pandemia no tenga consecuencias en la salud.
Para combatir la falta de contacto físico podemos expresar con palabras nuestros sentimientos, valorar las miradas, sonreír mucho e incluso acariciar nuestras mascotas pero nada nunca nos hará sentirnos tan bien como un buen abrazo.
Edades Alzira
Añadir un comentario