Relato de Xavier Cantera
Ramón miró hacia el belén, guiñó un ojo a sus personajes y un dulce repiqueteo de cerámica valenciana sonó como sonrisas agradecidas
Una opinión más
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Xavier Cantera
Habían pasado dos horas, cuando Ramón oyó a su hija Elena que le llamaba. Fue a su habitación e, inmediatamente, se dirigió a la cocina para coger un vaso de agua que la niña le pedía. Al acabar de atender a su hija, volvió a la cocina para dejar el vaso y al pasar por el comedor notó un movimiento extraño en la mesa donde estaba el belén. Preocupado por si se trataba de algún roedor intruso en la casa, encendió la lámpara del comedor de doce bombillas y un gran chorro de luz iluminó el belén, al mismo tiempo que en su mente resonó el canto de los ángeles ante la cueva de los pastores y ante el portal: "Paz a las personas de buena voluntad". Pero cuál sería su sorpresa al observar que habían más personajes de los que él había colocado con la ayuda de sus hijos. En la cueva de los pastores habían tres pastores más, ya mayores y jubilados, que compartían el caldero de migas con sus compañeros de profesión. El molinero había enganchado al burro un carrito para llevar a un joven paralítico que también quería ir al portal, al cual, treinta años después, Jesús curaría de su parálisis. Una de las señoras que cruzaba el puente se acercó a la granja y dio la mano a una chica con discapacidad visual para ayudarla en su camino hacia el portal. En la puerta de la casa de la montaña, una señora ya mayor, sentada en su mecedora, reía, sin memoria, las gracias de las gallinas y del pavo con un gato juguetón.
Ramón entendió que si este año, entre las muñecas que se dirigen al portal, iban a estar las del síndrome de Down, también, y con más razón, debían estar presentes, en su belén, todas aquellas personas a quienes su asociación Adispac, desde la plataforma por ley de la dependencia, estaba apoyando.
Antes de apagar la lámpara del comedor, regalo de sus suegros en su boda, conectó de nuevo las luces del belén, pero primero, con complicidad descarada, aflojó la bombilla del castillo de Herodes para dejarlo a oscuras.
A la mañana siguiente, mientras su compañera se arreglaba para salir a disfrutar del día soleado de Navidad y comer en casa de los abuelos, Ramón leía el periódico deteniéndose en una noticia que reseñaba la cantidad de 2.354 millones de euros reservada por el Gobierno de Coalición para la aplicación de la ley de la Dependencia (un 34,4 por ciento más que en 2020) y en otra noticia sobre la nueva ley de educación que no solo no suprime los colegios especiales sino que además aumenta los profesionales en los demás colegios para que puedan incluir al alumnado con diferencias funcionales. Ramón miró hacia el belén, guiñó un ojo a sus personajes y un dulce repiqueteo de cerámica valenciana sonó como sonrisas agradecidas. Solidario año 2021.
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