“Me besó en los labios un humo gris que desplegaba su cuerpo en mi boca”
Ventanas y otros sentimientos
La ropa que lleve no importa, quizá vaya desnudo, quizá hoy sea una bonita noche para perder el miedo a desnudar el alma.
El silencio se evadía ante mi triste figura, mi alienante respiración, mi alquitrán incrustado en las venas.
De la trampilla de ventilación cayó inspiración que se dejaba dibujar y desdibujar por un humo espeso y un inocente azul palidecido. Poco a poco, como una hoja que cae de un árbol, se deslizó por mis brazos y se sentó a mi lado. Me besó en los labios un humo gris que desplegaba su cuerpo en mi boca.
La calle respiraba incienso, las paredes sudaban hilos de rocío que invadían las aceras. Las farolas, tan inocentemente dibujadas, se sostenían de edificios derruidos por el peso de sus conciencias.
Levitaba el viento sobre inspiración que me besaba los labios. Humo que tomaba forma paulatina de mujer de ojos verdes; humo que se transformaba en palabras, humo, humor extraviado de ancestrales danzas silvestres.
El calor de sus manos atenazaba mi cuerpo, mi frágil virilidad sometida a examen, a una prueba celestial del destino; Musa y Autor en un mismo beso. Una musa siniestra, espesa, sin forma concreta, mujer de ojos verdes.
Preludio del final esperado, inspiración se desnudaba ante mí, ante el autor que la necesita para sentirse vivo. Humo, polvo, lluvia, barro. La calle contaminó la escena, el carbón aguardaba herido al calor del resquemor y del deseo, el calor de la venganza. Cubrió, pues, la calle de alienante humo negro que diluyó a mi frágil compañera.
Pasó gente cerca y anduvo clavando sus ojos en mí.
La mesa vacía, repiqueteaban mis dedos ante un café desalentado. Manos frías en mi cuello. Labios sobre mi cuerpo. Unos ojos pacientemente coloreados de un verde anochecer que sonreía. Una mano extraviada que perdió el camino desde su cara. La respiración acelerada delataba a deseo, latente en el cuerpo.
El ser humano en su completa inquisición de tal forma de vida, de la pretensión de la inmortalidad, la apología de la vida. De la tenue sensación idílica. Supo a nostalgia el orgasmo.
Quedó aquella historia relatada, plasmada en el papel arrugado de la vida; Inspiración se puso el antifaz de la pasión tras la mujer anhelada, la fusión de realidad y pérdida. Realidad se mostraba desatada, desprovista de su banal ropa, de su pulcritud, de su candidez.
* José Burgos Lancero, 18 años, estudiante de 2º de bachillerato
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Grande Jose! :)
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