Opinión: Xavier Cantera
Se acercan días para recordar a nuestras personas difuntas pero, este año, creo que sería de justicia y de humanidad que tuviéramos en la memoria, de manera especial, a quienes han sido o son víctimas de la COVID-19
Una opinión más
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Xavier Cantera
Se acercan días para recordar a nuestras personas difuntas pero, este año, creo que sería de justicia y de humanidad que tuviéramos en la memoria, de manera especial, a quienes han sido o son víctimas de la COVID-19 por su muerte en soledad y por sus entierros sin el acompañamiento de la totalidad de sus familiares, amistades y vecindario que hubieran querido estar sin ninguna duda.
Sus muertes en soledad deberían servir para conseguir, entre todas las personas responsables, paralizar el contagio del Corona Virus: En quienes son responsables de tomar medidas, que sean lo más acertadas posibles, para que la muerte no siga arrebatándonos a seres queridos; y, en quienes somos responsables de cumplir esas normas, para que no nos puedan acusar de cómplices necesarios del virus por no cumplirlas, porque el virus, sin nuestra irracionalidad y egoísmo, no contagia.
Es cierto que su soledad no era absoluta ya que todas las personas profesionales de la sanidad, cercanas a ellas, les han dado afecto y calidez profesional. Pues precisamente, por agradecimiento a estas personas profesionales, su única compañía en los momentos finales, deberíamos ser muy exigentes a la hora de cumplir todas las medidas anti contagio para hacer eficaces nuestros aplausos desde lo balcones. Debemos ayudarles para no cargarles de más trabajo, para no saturar los hospitales y las UCI y para que puedan dedicarse a atender también a aquellas personas que tienen otras dolencias.
Estas muertes en soledad no son tan importantes porque sumen en el cómputo total, suma que utilizan algunos para hacer demagogia inhumana e inmoral, sino porque tienen nombre y apellidos que nosotros conocemos y porque han tenido la mala suerte de ser víctimas de un nuevo virus producido por nuestra errática manera de vivir contra la naturaleza y en un escenario de injusta globalización en la que ha predominado la facilidad y la rapidez para las transferencias especulativas antes que dotar de servicios públicos de calidad, personal y medios para el bienestar de las personas. Una consecuencia de esto, por ejemplo, son las personas fallecidas en las residencias de personas mayores contagiadas del virus. Buscaban cuidados, salud y vida pero encontraron abandono, soledad, enfermedad y muerte.
Muchas personas han dicho que de esta pandemia vamos a salir como personas nuevas, con otros valores y respetos, pero al paso que vamos no lo veo muy claro, a no ser que la memoria de las personas difuntas nos toque fuertemente el corazón para que se riegue mejor nuestro cerebro y no sean sus muertes inútiles.
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