Opinión: Xavier Cantera
Tres meses confinados, otros tres o más sin cercanía física, más la careta y, para postre, un verano sin fiestas patronales ni grandes conciertos
Una opinión más
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Xavier Cantera
¡Qué año más horrible! Tres meses confinados, otros tres o más sin cercanía física, más la careta y, para postre, un verano sin fiestas patronales ni grandes conciertos. Menos mal que ahora estamos entretenidos con los sainetes tragicómicos que se representan en el teatro la Zarzuela. De mucha más calidad son los actos culturales que han programado las Concejalías de Cultura y Fiestas de nuestro Ayuntamiento para intercalar entretenimientos en algunas semanas antes de la llegada del caluroso agosto y, con él, la diáspora de mucha gente buscando endulzar este "amargor" con alguna brisa de playa, con risas en los chiringuitos o con senderismo por sombras de montañas y turismo por nuestra tierra. Todo está permitido dentro de un orden anti contagio porque ya estamos viendo lo que pasa cuando nos pasamos de listos y queremos ignorar al virus.
Además, este verano tendrá dos circunstancias que me interesa señalar y comentar por el impacto psico-sociológico sobe los colectivos interesados pero también sobre la población en general, espectadora asidua de los mismos. La primera, los conciertos con plazas limitadas, todas las personas sentadas y conformándonos con llevar el ritmo musical con los pies o de cintura para arriba, con lo importante que es el movimiento pélvico en esas ocasiones. La segunda, la ausencia de manifestaciones religiosas callejeras en las fiestas patronales de los pueblos y ciudades. Reconozco lo difícil que será llenar el vacío que esta ausencia dejará en las personas devotas de la advocación patronal. Ir al pueblo natal o familiar no será lo mismo este año pues le faltará la salsa religiosa que, para ciertas generaciones, ha sido y será la "chispa de la vida" para unas o la escusa de viajar para otras, según les enseñaron sus antepasados. Podrán ver a su santo patrón o santa patrona pero sin aglomeraciones que, en ocasiones normales, eran contagiosas de religiosidad mágica pero que, en estas, nos pueden costar un disgusto individual y colectivo reales.
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