Nada en exceso: todo en su justa medida
La mayor aventura de mi vida
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A la hora de hablar de una dieta equilibrada, la primera frase que deberíamos de meternos todos en la cabeza es la siguiente: “Nada en exceso. Todo en su justa medida”
Hay alimentos a los que se les ha encumbrado y que muchas personas han incluido en su dieta esperando obtener resultados positivos, aunque no siempre es así. Un ejemplo claro es la leche de soja: hay quien dice que ayuda a la circulación cardiovascular y, en consecuencia, al correcto funcionamiento de corazón; que previene la osteoporosis (este hecho tiene muchos detractores); que es ideal para las personas con intolerancia a la lactosa; que puede prevenir algunos tipos de cáncer, etc.
Lo que no nos dicen es que los humanos no podemos incluir ciertos cambios drásticos en nuestra dieta. Del mismo modo que nuestro cuerpo lleva miles de años adaptándose al entorno en el que vive (por ejemplo, al usar ropa, necesitamos menos vello corporal que otras especies), nuestro aparato digestivo también necesita adaptación.
Es verdad que muchas personas podrán tolerar esos cambios sin inconvenientes (igual que alguien de raza negra puede vivir en Noruega, o alguien rubio con los ojos azules lo puede hacer en África), sin embargo, para muchos otros tendrá numerosos inconvenientes.
La soja contiene muchas vitaminas, eso es cierto, pero también lo es que reduce la absorción vitamínica, tanto de las suyas propias como de otros alimentos. Por otro lado, puede causar trastornos en la tiroides, se desaconseja su ingesta durante el embarazo, disminuye la fertilidad, altera el sistema endocrino…
Además, cabe tener en cuenta que, debido a su creciente popularidad en las últimas décadas, el proceso al que es sometida la soja hasta llegar a nosotros, en muchas ocasiones, deja mucho que desear, ocasionando que pierda parte de sus beneficios.
Yo no estoy diciendo que la soja sea perjudicial, simplemente que hay que tomarla en su justa medida.
En el lado opuesto está el chocolate. La mayoría de la gente lo toma por el placer que supone, casi nadie piensa en sus beneficios para la salud, que también los tiene.
Vamos a ver: aparte de levantarle el ánimo a cualquiera, es afrodisíaco; sus grasas saturadas no aumentan nuestro colesterol; contiene vitamina A, B y minerales tales como calcio, hierro, magnesio, fósforo, cobre y potasio; así mismo contiene ácido fólico, vitamina del grupo B12 primordial durante el embarazo; contiene más nutrientes que una naranja o un plátano; ayuda a aliviar la tos, etc.
No debemos abusar de su consumo ya que su aporte calórico es su principal inconveniente, aunque no debe de ser tanto si la gran Katherine Hepburn afirmaba comerse una libra al día.
En resumen, ni uno es tan bueno, ni el otro es tan malo. Recordad: nada en exceso, todo en su justa medida.
Comentarios de nuestros usuarios a esta noticia
El problema es que hoy en día hay mucha información y lo que es beneficioso por un lado lo es por el otro. Eso de "en su justa medida" es un término muy ambiguo... ¿Cuál es la justa medida de las cosas? Por ejemplo... ¿es la justa medida que en una tarde tome tres cervezas o deberían ser dos?
Conocí hace muchos años a un hombre muy mayor. Era de un pueblo de 40 habitantes de Soria, para él ir a la capital era toda una ceremonia, tardaba medido día en burro y otro medio en volver, a veces pasa la noche allí. Podemos imaginar la dieta que podría llevar alguien de un pueblo de la Soria profunda; a mí me recordaba al señor Cayo, el de la famosa novela de Delibes. Pues bien, presumía de salud y decía: “Hoy los jóvenes sois de papel, tenéis más y mejor comida de la que tenía yo y, sin embargo, aquí en el pueblo no durabais ni una semana”.
Él juraba que jamás se había puesto enfermo. Murió hace veinte años, con más de 94 años. Me gustaría saber qué diría si leyera este artículo o le hablasen de pizzas, yogures, soja, ácido fólico y todas esas cosas.
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