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EL SEIS DOBLE
domingo, 30 de mayo de 2010
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“Retrato de mujer”, de Diego Rivera
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 Pequeños detalles
Relato literario de José Burgos Lancero

“Me hacía gracia ver como después de cada frase se levantaba con la mano su pelo castaño hacia atrás”



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José Burgos Lancero

 

El bus frenaba bruscamente otra vez. Estaba nervioso y eso me hizo sonreír, me hacía gracia sentir el efecto que ella provocaba en mí. Habían pasado otras mujeres, pero era ella la única que me servía para toda la vida. El autobús estaba lleno, una mujer embarazada que acababa de subir, me miraba, yo estaba sentado y sabía lo que ella necesitaba. Me hizo gracia que nadie más le ofreciese su asiento. Estaba cuatro filas más atrás pero me miraba únicamente a mí. El autobús giró y yo llegaba a mi destino, me levanté y dejé pasar a aquella mujer. Me dio las gracias, no contesté. Yo había llegado a mi destino.

El calor era realmente asfixiante. El sol me percutía en los ojos, así que me puse las gafas de sol. Al oscurecer aquel paisaje urbano con los cristales oscuros apareció por el final de la calle. Hasta que me vio pasaron unos segundos, segundos que invertí en darme cuenta de que aún era preciosa.

Vestía como era habitual en ella, unas zapatillas deportivas negras se juntaban con unos pantalones vaqueros claros y una chaqueta deportiva destacaba más sus ojos marrones combinados con su pelo. Caminaba lentamente hasta que me vio.

La conversación no fue espectacular: un hola, ¿cómo estás?, ¿cómo te ha ido?... Pero aún así me fascinaba; la situación era tensa pero a la vez intrigante. Éramos dos completos desconocidos. Yo intentaba mirarla a los ojos cada segundo, no quería olvidar ni un detalle de ella, quería fotografiar en mi corazón cada sonrisa, cada gesto, no quería que volviese a morir en mi mente.

Poco a poco fuimos caminando hasta una cafetería cercana. Me dediqué a hablarle, a escucharla y a observarla. Poco a poco me fui embelesando con su -olvidada- forma de hablar, con sus gestos, su mirada. Me hacía gracia ver como después de cada frase se levantaba con la mano su pelo castaño hacia atrás. Ese momento era delicioso, era un tic tan realista, tan adorable, la hacía tan perfectamente urbana que no podía evitar esperar a que lo volviese a hacer y morderme el labio inferior para reprimir la sonrisa.

Pasó una hora y solo hubo silencio mientras se encendía un cigarro con una delicadeza que me hizo asomar por fin una sonrisa. Sonrojada, me preguntó de qué me reía. Es tu forma de fumar -conteste como si exhalase un suspiro-, parece un placer al alcance de tan pocos. Sonrió mientras se desprendía del humo y desviaba torpemente su mirada de mis pretenciosos ojos. Aproveché su sonrisa para dar un sorbo al café frio que me acababan de traer. Sabía que volvía a surgir algo, sabía que ella también lo sentía, su sonrisa se asomaba mientras sostenía el cigarro y me miraba.

Miró su reloj, eran las ocho y con una pequeña sonrisa me dijo:

-Ha sido un placer, espero verte pronto.

No supe contestar. Recogió su bolso de la silla contigua, me besó en la mejilla, me miró a los ojos con sus pupilas marrones, sonrió una vez más y la tensión -verdadera tensión- se apoderó de la escena. Sonreía a un dedo de mi boca. Su nariz se descolgaba entre la mía y mis labios, mis banales labios, mi torpe nariz y mi torpe boca. El pelo le caía sobre uno de sus ojos. Se lo recogió con su mano llevándolo otra vez hacia atrás. Sonreí. Sonrió. Notaba su olor. Su nariz liberaba aire que entraba en mi cuerpo.

- Adiós -concluyó-.

Me sentí tan tétrico que incliné mi cabeza y le di paso para que se marchase. Me fui a casa sonriendo. Sólo pensaba en ella, que cara tan diferente. Su figura, lo que representaba para mi, sus ojos, su tibio perfume tan suave que sólo lo pude apreciar cuando la besé por última vez. Era un olor nuevo, desconocido, traspasaba su condición olfativa para sugerir miles de sensaciones que se mezclaban entre turbulentos recuerdos que no discernían la libido y el amor.

Pensando en ella, relamiendo las trazas de su sonrisa en mi mente, me dormí.

Al despertar no la recordé, me sentía extrañamente bien, limpio, renovado. Pasó más tiempo, me enamoré de gente, odie, amé y seguí odiando. Pero no podía escribir, la impotencia delante del papel era frustrante, era mi pasión y no la podía disfrutar, mis ojos lloraban cada vez que el papel se quedaba vacio o lleno de palabras forzadas y desmotivadas sin un objetivo.

Pero ayer mismo mi mano se acercó a un papel, con la palma lo empezó a acariciar, como si lo escuchase. El papel quieto ante a las caricias se quedaba impregnado de las gotas de sudor que poco a poco resbalaban por mi brazo. El mundo se detuvo, el sol me enfocó desde el otro lado de la ventana, el viento me refrescó y entonces las palabras tímidamente salieron. Les costaba, me dolía cada letra, las paría sin sentido -creí-, pero al leer esa primera frase sentí como si besará a la chica de mis sueños y al pensar en los labios que había amado, volví a ella. Mi mente se sintió cobijada en el regazo de su recuerdo. Pero algo va mal.

Ya no hay horas galgas, ya no hay alegrías ni expectativas, ahora hay caminantes sin camino y canciones tristes de ritmo lento. Volver a sentir la vida en todo su esplendor también significaba sentir que ella estaba lejos. Pero a la vez, había vida, un juguetón sentimiento de sentirse vivo y un agradable pensamiento. Sabía que algún día la volvería a ver, correría, me acercaría a ella, a su piel tan tranquilamente bronceada, a sus labios, pero lo mejor era saber que cuando la viese, le diría que la amo, que me encanta, que es una voz que me inspira en silencio y que ella, sin saber qué decir, entre la sonrisa y el lamento, se recogería el pelo de esa manera tan graciosa.

 

* José Burgos Lancero, 18 años, estudiante de 2º de bachillerato

 


 



El Seis Doble no corrige los escritos que recibe. La reproducción de este texto es literal; fiel a las palabras, redacción, ortografía y sentido del autor/es.

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Comentarios de nuestros usuarios a esta noticia

Cristian - 30/05/2010
Bueno machote, sigue así, escribiendo bien, quiero decir; y nunca olvides que todo lo que escribes es producto de tu imaginación, que es fecunda; nunca olvides que todo lo que plasmes en una mujer en concreto, todas las facultades y virtudes, no son de ella son tuyas xk tú se las adjudicas, asique mi buen amigo Jose no pierdas nunca la cabeza por una mujer; qué estoy diciendo?¿? que hay personas que avivan nuestra imaginación que luego resultan que no son como nosotros sospechábamos; y cuál es la anécdota?¿? que da igual, porque aunque no existan nuestra mente, que lo puede todo, se las inventa y a fin de cuentas viene a ser lo mismo, porque si la realidad no nos mola, tú y yo, tu cabeza y la mía la cambia!!! hasta siempre, cuando comento salen juramentos!!! disfruta colega!!!
Peris.. - 30/05/2010
Y una vez más me quedo impresionada..
Buenísimo :)
helena - 30/05/2010
Me ha gustado mucho :) Hay algunas cosas que fallan, como " El papel quieto ante a las caricias" (sobra la a) y alguna más, pero en general está muy bien, es muy bonito. Yo también escribía relatos pero no se porque, hubo un momento que me quedé sin nada que escribir... Ahora prefiero leerlos. A ver si escribes otro pronto y lo leo. Besos!
Jose B. - 30/05/2010
Muchas gracias a todos/as.
Cristian, no siempre el narrador es realmente la persona que escribe. Está claro que te nutres de las experiencias personales, pero yo escribo para mostrar, contar desde mi forma de ver las cosas situaciones que provoquen al público, que lo hagan pensar o algo tan normal que un gesto que, como sabemos, se puede convertir en lo que más nos guste de una persona. Eso es lo por lo que, para mi, vale la pena escribir un relato. Aunque quizá sea verdad que hay gente que te mueve a escribir y saca lo mejor de ti. Pero eso es lo bonito de la vida, las personas.
Un abrazo.
Sandrita - 30/05/2010
Delicioso! No se me ocurre mejor forma de describir tu lectura porque así la he asimilado, saboreando cada frase, cada palabra y cada uno de los movimientos que sugiere el relato. Me ha encantado su carácter pausado, porque la sensación que he tenido como lectora es la de ir teniendo el pensamiento de forma acompasada con el de su autor. A medida que vas leyendo, vas percibiendo cada gesto, cada paso que dan los personajes. Y eso ocurre por la manera en que detallas las acciones. Me alegra ver que el futuro de la lengua y del relato están a salvo con escritores como tú... =)
ADMINISTRADOR - 03/06/2010
Pedimos disculpas por haber publicado un comentario anónimo que no cumple, ni por asomo, con las normas de uso de esta web. Es la primera vez que nos pasa. Perdón a todos los usuarios y, en especial, al autor, José Burgos, por esta equivocación que se ha producido por descuido del administrador en ese momento que ha hecho clic en el botón rojo (elimina comentarios) en vez de pulsar el verde (comentario correcto). El mejor escribano echa un borrón.
Jose B. - 03/06/2010
No pasa nada, muchas gracias, otra vez por dejarme un espacio en vuestra web :)
ADMINISTRADOR - 03/06/2010
Gracias por tu comprensión.
Jose B. - 05/06/2010
Gracias; Aunque, en realidad, sinceramente, creo que se equivocó de persona directamente.

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