

Artículo de opinión de Xavier Cantera
2017 ha revelado que hay instituciones del Estado que a nadie o a casi nadie del pueblo llano le merecen ya confianza
Una opinión más
----------------------------------------------
Solemos saludar al año nuevo y desearlo, con opciones ilusionantes, para que resulte positivo a nuestras personas amigas y conocidas. Pero yo quería, en esta ocasión, que terminara cuanto antes el año viejo y despedirlo rápido para que nos quedara claro que no es el paso de las horas del reloj ni la caída de las hojas del calendario las que condicionan nuestro devenir vital, personal y social, sino que somos nosotras, las personas, quienes hemos hecho que el año viejo haya sido una gran oportunidad (mirabilis) o una triste etapa (horrobilis) para olvidar. En el primero de los casos, el 2017 nos ha demostrado que otra forma de gobernar es posible y que no se trataba solo de flor de un año, como lo podemos comprobar a nivel local y autonómico. Se ha consolidado el valor de la cultura, de las personas, del bien común, del ahorro del dinero público bien gastado y de la honestidad en la gestión. El viejo año ha dejado en evidencia, además del bien hacer del movimiento por la Sanidad Pública, los intereses poco confesables de la opción por la gestión privada de este servicio y de todas las privatizaciones de lo público que se hacen para convertirlas en negocios rentables a costa del dinero de todos.
2017 ha sido una triste etapa porque ha evidenciado que se puede elegir a un gobierno central para administrar el Estado, sin mayoría, pero también puede pasar que más que administrar para bien de todos, dedica sus esfuerzos a bloquear leyes, proyectos y financiaciones como hacen Montoro y Rajoy. El viejo año, aún sin sentencias firmes, ha dejado, al abrirse las vistas orales, una extensa macha pegajosa, marrón y mal oliente de corrupción en los viejos partidos, tras escuchar las cantatas de los testigos que quieren salvar sus posaderas y sus carteras. 2017 ha sido una mala experiencia porque ha revelado que, efectivamente, hay instituciones del Estado que a nadie o a casi nadie del pueblo llano le merecen ya confianza, y no solo porque se ha demostrado que no existe, de verdad, tal separación de poderes, sino también por la falta de ejemplaridad ética de las personas que las representan, ya que han actuado según el dicho popular de "ande yo caliente, ríase la gente".
Y para rematar el año, 2017 ha mostrado al público que más inútil no puede ser un gobierno central, ofuscado y de derechas, al querer resolver la complicada situación catalana, tanto por las formas usadas como por los medios utilizados y, no digamos nada, por las justificaciones dadas. Es cierto, que el año viejo, con la fuerza de los votos, ha exhibido con total claridad, que no hay tantos republicanos como decían ni tantos anticapitalistas como se contaban, pero tampoco existían dirigentes políticos competentes para gestionar esta crisis catalana, haciendo verdad aquello de "para este viaje no hacían falta tantas alforjas". Nunca había deseado que un año terminara rápido para poder pasar página y ver, si así, se animaba mi espíritu para recibir el año nuevo con optimismo y con las fuerzas suficientes para seguir en la brecha, ya que no es el tiempo quien cambia las cosas, sino que somos nosotros mismos. Venturoso y solidario 2018.
El Seis Doble no corrige los escritos que recibe. La reproducción de este texto es literal; fiel a las palabras, redacción, ortografía y sentido del autor/es.
Comentarios de nuestros usuarios a esta noticia
Año nuevo, sectarismo y sermón viejos.
Y no sólo instituciones del Estado, en sentido amplio, o ¿es que podemos fiarnos de periodistas sectarios y manipuladores, canales de televisión panfleteros, intelectuales parciales y pelotas, radios interesadas, deportistas sospechosos de poco deportivos, comida adulterada, aires contaminados, intereses vergonzantes de bancos, ongs, entidades de todo tipo, profesionales misteriosos y políticos de todas las ideologías para llorar?...e incluso de regímenes y sistemas políticos que no están ni implantados o ¿acaso la lunática república catalana no da náuseas y ni siquiera existe?... ni lo que vemos lo creemos salvo si nos interesa o nos conviene....resumiendo, entre el cielo y la tierra todo es mentira.
Añadir un comentario