Relato literario de Eva Borondo
“Ya se sabe que el tiempo es relativo y lo que para unos no significa nada, para una generación entera puede tratarse de toda una vida”
Los domingos literarios
Eva Borondo
En Noseirán algunos libros están prohibidos, los libros escritos por mujeres y aquellos que tratan sobre la verdad del mundo femenino. Esta prohibición no existió siempre, hace solamente treinta años que se impuso. Ya se sabe que el tiempo es relativo y lo que para unos no significa nada, para una generación entera puede tratarse de toda una vida.
Amir jamás ha leído un libro escrito por una mujer, por ejemplo, aunque se pasa el día en la biblioteca para terminar sus estudios sobre la literatura de su país.
Zohreh es noseiraní y, a sus cincuenta y cinco años, vive en Inglaterra y es una reconocida novelista exiliada. Escribió una veintena de novelas, pero sólo consiguió salvar cuatro, las que encontraron un lugar en su maleta cuando se fue. Las demás fueron censuradas y eliminadas en su país mediante la purificante hoguera.
Zohreh ya no recuerda un libro que escribió con el pseudónimo de Alí Kayar, un libro de sus inicios, muy sentimental. Ese libro, de pasta blanda y amarillenta, reposaba en una de las estanterías de la Biblioteca Universitaria de Noseirán, junto a los más celebres escritores que vestían de cuero y con grabados espectaculares.
Amir, lleva días sintiendo atracción por ese libro de vestiduras pobres, que destaca sobre los demás y hoy, con suficiente tiempo, decide extraerlo de la estantería, no sin la ligera impresión de que va a decepcionarle.
El nombre no le suena de nada ¿Alí kayar? y el título, Del amor que dimos, aunque sugerente, le parece extraño.
Busca un índice, doce capítulos, y alguna nota biográfica que no encuentra.
Ahora no puede leer nada más, pero decide pedirlo a la bibliotecaria, que imagina humana, quizás bonita, debajo de sus telas.
La lista de pedidos de la cartulina está completa y le sorprende comprobar que es un libro muy leído, pues nota que deja su puesto en la estantería una vez a la semana.
Del amor que dimos, de Alí Kayar, hojas gruesas, palabras leves, que vuelan.
Capítulo doce, es de noche y Amir ha olvidado sus deberes y ocupaciones. Ha olvidado rezar, ha olvidado comer, ha olvidado beber y ha olvidado dar el beso de buenas noches a sus padres, que lo esperan ansiosos antes de dormir.
Es casi de noche y Amir termina el último renglón, siente un desvanecimiento y su corazón le late con rapidez.
Esa noche no puede dormir y el día siguiente lo pasa en la biblioteca, mirando uno por uno los libros de Alí Kayar y no encuentra ninguno.
Desesperado y con la seguridad de no obtener más información, decide preguntar a la bibliotecaria, que le confirma que no queda ninguno más.
Amir se despide amable con el corazón acongojado y con la curiosidad de un gato, hasta que la mujer lo llama y le dice, “Amir, toma esto y no se lo enseñes a nadie, por mi vida”. Es una fotocopia de un recorte de un periódico inglés, una reseña sobre el nuevo libro publicado de Zohreh.
- ¿Qué es esto?
La bibliotecaria le sonríe: “Alí es Zohreh y es libre”.
Amir no entiende y sale ofuscado, con ganas de escapar no sabe de qué, molesto con la luz del día y con el vacío que le ha dejado el libro.
Comprende entonces la realidad y vuelve a leer la fotocopia. Se alegra y siente ganas de viajar, pero no puede.
La fotocopia de Amir todavía será pasto de ácaros ilustres durante años, antes de que la mujer vuelva a su lugar, a su trono, a su altar en el parnaso noseiraní.
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