Poema de María Fernández
Todo menos dormir
Nadie puede decir que conoce
arte, humor, simpatía y belleza,
el ingenio expresado con gracia
y la crítica con inteligencia,
si no ha visto las fiestas de Fallas
que cada año celebra Valencia.
Todo es música, ruido, alegría,
luz, color, que realza la fiesta,
monumentos de puro cartón,
estructuras de corcho y madera…
esculturas preñadas de ingenio…
un derroche de amor y paciencia,
y de perfección… y de inteligencia…
Por las calles, las bandas de música,
los falleros viviendo la fiesta,
y cual reinas vestidas de gala,
las bellísimas chicas falleras.
Quintales de flores que formas la ofrenda,
dibujan esculpen el manto
de la Mare de Déu de Valencia.
Millares de luces, las calles alegran,
y el crespón del cielo con la pirotecnia,
se convierte en día bordado de estrellas;
el día y la noche se funden y mezclan
y propios y extraños gozan con urgencia
a la luna, luna, luna de Valencia…
porque todo, excepto dormir,
se permite durante la fiesta…
(Bueno… todo, todo, no;
siempre hay cosas vedadas
para gentes que tienen el sello
de civilizadas).
Y por fin, el fuego, como primavera,
lo consume todo… todo lo renueva…
y en cada rincón se alza una hoguera,
reflejada en las miles de lágrimas
de los ojos de cada fallera.
Se queman las fallas… se acaba la fiesta…
pero allá en los espacios etéreos,
las fallas perduran… las fallas se quedan,
inspirando de nuevo a la gente
otras fallas nuevas.
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