Poema de María Fernández
Nuestro árbol
Se nos mueren los naranjos…
Se nos mueren de tristeza…
aquellos que en otros tiempos
fueron fuente de riqueza;
el que cargado de frutos
inclinaba la cabeza,
bajo el oro que le diera
la madre Naturaleza.
¿Son tan sabios que adivinan
los problemas que atraviesa
el mercado que otro tiempo
iba del mundo en cabeza?
¿Muere su savia en sus venas,
se le parte el corazón,
al ver que al que lo cultiva
no se le da su valor?
¿A qué debes tu tristeza,
árbol augusto y querido,
si eres un árbol tan noble,
tan humilde y tan sufrido;
si Valencia es pebetero
cuando te encuentras florido;
si eres símbolo de amores
y se lleva ante el altar,
testigo de amor eterno,
tu blanca flor de azahar;
si eres tú para Valencia
el mejor de los tesoros,
cuando cubres nuestra Huerta
de un manto de frutos de oro.
Si eres árbol tan querido,
tú no te puedes morir,
porque nuestro amor te obliga
a eternamente vivir.
Pero tú acatas alegre
esas leyes naturales,
de que todos los nacidos
se convierten en mortales.
Hoy yo te he visto morir
y te lloro con amor,
porque incluso hasta muriendo,
estás cubierto de flor.
Tú me das una lección
y yo la estoy aprendiendo:
daré, como tú, a la viada,
flores, aunque esté muriendo.
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