

Artículo de opinión de Xavier Cantera
“Ya no son importantes estas fiestas en sí mismas, porque ni si quiera los presidentes autonómicos asisten al Congreso ese día”
Una opinión más
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Xavier Cantera
Al 6, 7 y 8 de diciembre solemos llamar "el puente de" porque nos permite disfrutar de tres días de fiesta por dos celebraciones bien diferentes. Fiestas que, cierta corriente inmovilista, está intentando recargar, al considerar y presentar unas afirmaciones e interpretaciones tradicionales como "dogmas" para siempre: El día de la Constitución Española y el día de la Inmaculada Concepción. La primera, como principio intocable, según el PP, proclamado por Rajoy el 6 de diciembre de 2014, aunque nos puede llevar a la ruina como sociedad democráticamente avanzada; la segunda, es un dogma, proclamado por Pio IX el 8 de diciembre de 1854 y cuya interpretación tradicional le dice ya muy poco o nada a la ciudadanía actual. Podemos considerar como "dogma", para entendernos, "una proposición que se presenta como firme y cierta o como un principio establecido por una autoridad como verdad incuestionable". Este puente que acabamos de transitar, con más o menos felicidad según nos esté afectando la estafa económica de Bankia y de algunos otros, pivota sobre dos afirmaciones o aseveraciones incuestionables para algunos: La Constitución Española es intocable y no necesita ningún cambio ni reforma y la Inmaculada fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción. Como ambas aseveraciones incuestionables se basan en narraciones históricas interesadas o en creencias y tradiciones religiosas, la mayoría de las personas, ante la aparición de nuevas opciones políticas, de las modernas aportaciones de la investigación científica y de las interpretaciones críticas tanto de la historia sagrada como de la civil (con la transición española no se terminó la evolución de la España autonómica ni tampoco hemos conseguido todos los derechos en ella escritos o el pecado original de Adán y Eva no se transmite por medio de los preliminares, amorosos y hermosos, pero necesarios para que nazca una criatura, sin hacer referencia alguna a la elección de los pobres, de las mujeres en una sociedad machista como era la judía o como es la nuestra, como los predilectos del Evangelio), ha hecho que mucha gente no crea en estas celebraciones y solo las haya convertido en simples días de ocio, tiempo libre y consumismo. Ya no son importantes estas fiestas en sí mismas, porque ni si quiera los presidentes autonómicos asisten al Congreso ese día ni muchas personas saben ni pueden imaginar lo que significa la concepción inmaculada de la pobre, pobre doblemente, mujer María. Solo interesa el puente en sí por permitirnos, a todos, dar un triple salto de asueto, diversión y consumo, en nuestras monótonas y empobrecidas vidas, si exceptuamos a las trabajadoras y trabajadores (que nos piden que no compremos en domingo) de los centros comerciales en vísperas del consumo navideño, al cual, también dedicamos una gran parte de este puente porque con ello, decimos, ayudamos a la contratación laboral durante unas horas o días y hacemos circular los euros. Creo que es bueno innovarse, modernizarse, actualizarse y servir al progreso socialmente responsable, lo digo por la Derecha y por la Iglesia, si se quiere estar de forma activa, competente e influyente en la sociedad, como por ejemplo, aunque sea un botón pequeño, la alzireña empresa BROMERA que, además de querer alimentarnos con la buena lectura, ha abierto una segunda línea de negocio, TERRA VALENCIANA, para la venta de productos agroalimentarios de calidad y, por supuesto, de la nostra terra. Bravo, no solo de libros se alimentan las personas. Combinar el placer de la lectura con un buen paté o con una mermelada casera o con un vino de la Marina, entre otros, debe ser un goce y un buen pecado, de los que no tienen perdón ni falta que hace.
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