La ‘economía del bien común’ es un sistema económico alternativo completo
En los tiempos difíciles en los que estamos viviendo, muchos ciudadanos nos vemos ‘atrapados’ entre dos conceptos distintos y radicalizados de la sociedad, dos formas conceptualmente divergentes de entender los recursos, el dinero y todo lo que ello conlleva. Por un lado, el capitalismo, que nos garantiza (supuestamente) ejercer con libertad creciente toda nuestra potencialidad económica pero parece abocarnos a la desigualdad más profunda. Por el otro, la economía comunista, que parece que elimina (o va, al menos, limando) esas diferencias a costa de coartar libertades y, al mismo tiempo, generar menos capacidad productiva.
La mayoría de la gente se posiciona más o menos en uno de esos dos extremos mientras se pregunta: “¿No habrá una tercera vía? ¿Algo que combata los prejuicios y elimine esa duplicidad absoluta combinando ambos principios?”
Una posible solución nos la aporta el economista austriaco Christian Felber en su libro ‘La economía del bien común”.
¿En qué consiste esto de ‘la economía del bien común’ de la cual se habla cada con más frecuencia?
La ‘economía del bien común’ es un sistema económico alternativo completo basado en los mismos valores que hacen florecer nuestras relaciones (confianza, cooperación, aprecio, democracia y solidaridad), que pretende cambiar las reglas del juego recompensando a aquellas empresas que practican la cooperación (tasas de impuestos reducidas, créditos baratos…) y castigando a aquellas que tengan una comportamiento competitivo.
Este modelo cambia, incluso, los indicadores del éxito económico (el beneficio financiero pasa de ser fin a ser medio para la aportación del bien común) por indicadores del bien común (balance del bien común, producto del bien común…) como beneficios sociales, ecológicos, solidarios, etc. Esto tendría como consecuencia que las empresas podrán esforzarse hacia su tamaño óptimo, estando liberadas de la coerción de crecer y absorber cuota de mercado, lo que incentiva la cooperación y la solidaridad.
Este modelo propone además una limitación en las diferencias entre ingresos y patrimonios (ingresos máximos de, por ejemplo, 20 veces el salario mínimo), que los derechos de decisión y propiedad pasen parcial y progresivamente a manos de los empleados de las empresas a partir de un elevado número de trabajadores (por ejemplo, 250), que el Gobierno no posea derecho decisorio o de intervención sobre empresas públicas.
Aparecen los denominados ‘bienes democráticos’, que serían instituciones económicas públicas en campos de infraestructura básica (enseñanza, salud, acción social, movilidad, energía…) y el ‘banco democrático’, controlado por la ciudadanía y cuyos servicios consistirán en depósitos de ahorro garantizados, cuentas corrientes gratuitas, créditos de interés reducido y créditos de riesgo con plusvalía social y ecológica. El Estado se financia primordialmente a través de créditos sin interés del Banco Central. El Banco Central obtiene el derecho exclusivo de la creación de dinero y efectúa las transacciones de capitales internacionales para impedir evasión fiscal. Los mercados financieros en la forma actual ya no existirían. Leer artículo completo en: sierra.com.
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