Dejar que corra algunos riesgos permite que vaya desarrollando sus capacidades y la conciencia de sus limitaciones
La misma naturaleza pide al niño/a que al crecer se libere de aquellas tutelas que son indispensables al comienzo para asegurar su existencia, para llegar a mantener por sí mismo/a su propia vida.
Los padres y madres no tienen ningún motivo para alegrarse de que un hijo o hija no manifieste deseo alguno de independencia.
Sucede entonces que la necesidad de seguridad, el deseo de protección, prevalecen con exceso sobre la tendencia opuesta. No hay que darle todo masticado sino, por el contrario, animar a tomar la iniciativa en aquellas tareas que son conforme a sus intereses, que pueda él o ella realizar a su modo y de las cuales asuma responsabilidad.
Cada niño y niña van descubriendo y satisfaciendo sus propios deseos en la medida que se le permite ir teniendo iniciativas.
Dejar que corra algunos riesgos permite que vaya desarrollando sus capacidades y la conciencia de sus limitaciones.
Dándoles responsabilidades propias en consonancia con su edad y características personales es ayudarles a que se sientan más seguros y confiados en su manejo de la realidad y, por tanto, deseen intentar realizar nuevas experiencias.
Es frecuente que los padres y madres tengan contradicciones con respecto a la independencia que su hijo o hija van logrando; fruto de esto se suelen transmitir a los niños y niñas ‘dobles mensajes’, es decir, por un lado se les anima a realizar una acción y, por el otro, se le indica que no debe o no puede hacerla, lo cual puede crear confusión y pasividad en el niño y la niña.
Valorar positivamente sus acciones y no descalificarlo favorece el concepto de sí mismo/a y lo estimula a seguir deseando alcanzar nuevas cuotas de autonomía.
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