Por: Rosa María de Dios
El quinto mandamiento de la Ley de Dios es ‘no matarás’
¿Qué está pasando en las mentes de los seres humanos hoy? Una madre matando a sus hijos y un padre asesinándolos cruelmente. “Dejad que los niños vengan a mí, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Muchos niños inocentes mueren cada día. Guerras injustas, niños muertos en sus hogares y en las calles inertes, muchos mutilados por armas, bombas destructivas, armas nucleares y por ellas sangre inocente derramada, niños asesinados por las propias manos de sus padres, ¿qué nos está pasando, hermanos?, ¿cómo podemos consentir que la sonrisa de un niño se apague cruelmente por ser asesinado?, ¿qué sangre corre hoy por nuestras venas?, ¿frías como el hielo?, ¿ya no está caliente?, ¿ya no siente nuestro corazón amor por los niños? ¡Hermanos, somos humanos, no somos animales salvajes ni monstruos!
Os lo dije y os lo diré, quien se aparta de los mandamientos de la Ley de Dios y no los cumple está fuera de control. No podemos hermanos apartarnos de Dios, Él es la verdad y la vida, Él es amor y fuera de Él encontraremos frialdad, oscuridad y desamor. Dios nos ha hecho libres y el hombre por esa libertad está cometiendo cada día crímenes injustos derramando sangre inocente sin tener arrepentimiento, ni sentir dolor en su corazón, como si fuésemos máquinas de hierro y no de carne como Dios nos creó.
Un niño se lamenta dentro del vientre materno hoy porque ve que su mamá haciéndole daño lo lleva a la crucifixión, muriendo como murió Jesús el Hijo de Dios. ¿Dios mío en qué mundo estoy? Desconozco a los muchos hermanos que cometen estos crímenes injustos. ¡Levanta Señor tu mano y aunque tengan libertad de expresión páralos mi Señor, como paraste el brazo de Abrahán que a su hijo en sacrificio te dio!
¡Padres, no os dejéis llevar por la mala tentación! Alzad los ojos al cielo y pedid a nuestro Padre Dios que ablande ese duro corazón y parar ese brazo que, en sacrificio, como un cordero, el hijo de vuestras entrañas, como padres ciegos, serán llevados al matadero.
Y vosotros los hombres echando bombas infernales, atacando a seres inocentes, levantad vuestros rostros al cielo y mirad el bello firmamento, sin bombas, ni armas. Dios, aunque seáis injustos, os ama. Tirad al suelo hermanos las armas que el inocente sin ser culpable es el que lo paga.
¡Pedro envaina tu espada porque el que use la espada a espada morirá!
Pregunto una y mil veces: ¿Dónde estoy? En un laberinto perdido, lleno de gente que no encuentran la salida y están con desesperación y se matan entre ellos sin amor y yo, Señor, sufro al verlo, porque no tengo la solución de parar esa depresión que sufren al verse encerrados sin salir de esa prisión. Sólo tú, Señor, conoces nuestros caminos. Ven pronto Señor y sácanos de ese laberinto que nos tiene encerrados sin amor llevándonos a la locura y a endurecer nuestro corazón. Te lo pide tu hija que te ama Rosa María de Dios.
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