Por: Antonio Caballero
Debe su nombre al rey Gustavo III de Suecia
Siguiendo con la serie de artículos sobre las transformaciones en los muebles, hoy me parece apropiado hablar del ‘estilo gustaviano’ y más estando cerca la festividad de los enamorados, un ambiente surgido del frío para dar calor al alma y al corazón. Parece cursi la frase, pero por un instante, y aunque parezca un sueño, miremos por un momento atrás en el tiempo y transportemos ese lugar a nuestro hogar.
El ‘estilo gustaviano’ debe su nombre al rey Gustavo III (Estocolmo 1748 - 1792), quien a partir de 1772 limita los poderes y actúa como un déspota ilustrado. El rey Gustavo marca así un tiempo de expansión de las artes y las letras concediendo libertad de prensa y libertad religiosa. Funda la ópera y la Academia Sueca; es un rey cultivado, amante de la cultura francesa y da su nombre a un estilo de mobiliario inspirado en el estilo Luis XVI.
Así, los primeros interiores ‘gustavianos’ se convierten en interpretaciones simplificadas y muy luminosas del estilo Luis XVI, con muebles principalmente blancos que creaban en las casas una sorprendente sensación de claridad, una cualidad que ha convertido el ‘gustaviano’ en un estilo atemporal y fácil de integrar. Este nuevo ambiente aristocrático convive con la tendencia rustica o provincial que produce muebles simples, sólidos de pino y recubiertos con muchas capas de colores frotados. Una técnica que los artesanos suecos aplicaran continuamente y con un creciente éxito.
El color fundamental era el blanco, pero no era extraño combinar patinas en verde, amarillo y rojo, verde-azulado, grisáceo.
A mediados del siglo XVIII, después de una adaptación al gusto burgués, este tipo de mobiliario se va a generalizar y será una característica sueca. Estos nuevos acabados comienzan a propagarse tras la llegada del rey de su viaje a Italia.
Los motivos característicos del ‘gustaviano’ son los florones, nudos esculpidos, gavillas de trigo y el color gris perla. El mobiliario sueco más maravilloso sigue siendo, sin embargo, el mueble provinciano; el de la casa de campo, más modesto y simplemente elegante con sus colores pálidos frotados y de gran finura. Estos muebles pintados, colocados parsimoniosamente en las estancias nórdicas, son siempre de una gran luminosidad.
Generalmente, la madera utilizada en el estilo de la corte era el roble, haya, caoba y en las zonas rurales pino natural y el abedul utilizando la técnica de la pintura frotada se pretendía conseguir un efecto de laca o cal.
Los tejidos utilizados eran la seda con telas a rayas, de cuadros rojos y blancos, azules y blancos, verdes y blancos y cuero de reno. Detalles que hacen del ‘estilo gustaviano’ un estilo de luz y calidez que vino del frío a iluminar los hogares del sur y la tierra del sol.
Antonio Caballero Bataller
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