Depresión, ansiedad y otras patologías en las que maduran el resentimiento hacia la sociedad son las consecuencias directas
La sociedad española lleva varios años inmersa en plena crisis económica y resulta muy necesario que nos paremos a analizar cuáles pueden ser las consecuencias para las familias que están siendo golpeadas por una crisis sin precedentes.
Sentimientos angustiosos que embargan a cientos de personas a diario como una plaga. Es la factura psicológica de los desahucios. Depresión, ansiedad y otras patologías en las que maduran el resentimiento hacia la sociedad son las consecuencias directas.
La vivienda cumple una función psicológica que tiene que ver con la identidad del individuo. Una referencia enorme donde se tiene una red social. Cuando no se tiene a dónde ir o cuando se pierde la casa es un momento clave en la vida de la persona.
La clave para mitigar los efectos sobre los niños es la comunicación franca y abierta del problema. Igual que al adulto, al niño hay que prepararle en términos adecuados para su edad con ejemplos que pueda entender, con cercanía. Pierde su casa, su colegio, va a un sitio previsiblemente peor o con los abuelos o a una habitación de alquiler compartida. Prepararlos para esto ayuda a mitigar el efecto. Entre los posibles efectos hay un fracaso escolar directo.
El colectivo más afectado es precisamente el que debería vivir ya en la estabilidad económica, entre los 40 y los 50 años. Educados en el concepto de vivienda como baluarte, lugar seguro e inviolable, el desahucio atenta contra un pilar básico. El proceso es además lento y desgarrador en progresión. Haber recibido la primera notificación del juzgado, saber que no se está al corriente de pago, ir al banco y salir sin más alternativas que perder la casa… Todo este proceso va mermando cada vez más la confianza en uno mismo y en sus capacidades para evitar el desalojo. La tensión y el miedo aumentan. Discusiones paterno - filiales, rupturas de la pareja, padres avalistas que son arrastrados por el deudor… Los costes emocionales son muy elevados.
La persona o las familias intentan mantener la apariencia, negar la realidad, imaginarse que va a llegar una solución de algún sitio no se sabe en qué momento. Con la pérdida del refugio, la mente inicia un recorrido para protegerse. En esta primera etapa de impacto se produce la negación.
Sus características son: incredulidad, confusión, inquietud, oleadas de angustia aguda, agitación, llanto, sensación de ahogo, respiración suspirante, vació en el estómago, preocupación, pensamientos obsesivos y algunos síntomas físicos como debilidad muscular, temblor incontrolable, perplejidad, mareos y palpitaciones.
En la mayoría de los casos esto se prolonga hasta que el desahucio ya es inevitable.
A medida que los síntomas y reacciones iniciales pierden gradualmente su intensidad y la persona acepta intelectualmente la nueva situación comienza la segunda etapa. Sentirse desubicado, estrés prolongado, agresividad, impotencia, frustración, hipersensibilidad, trastornos del sueño, miedo…
En esta etapa llena de conflictos surge la culpa real o imaginaria y aparece con sentimientos y pensamientos de “si hubiera…”.
La culpa puede tomar varias formas como auto acusaciones y culpa fantasiosa…
Recapacitar de lo ilógico, que es sentir culpa por algo que no hemos podido cambiar y que hicimos todo lo que pudimos pero no estuvo en nuestras manos hacerlo, disminuirá la culpa y allanará el camino para la resolución de un duelo sano.
Aislamiento, impaciencia, fatiga y debilidad, repaso obsesivo, apoyo social disminuido, necesidad de sueño, desesperación, desamparo e impotencia.
El doliente va dejando poco a poco su mundo emotivo y vuelve a tener una perspectiva. Realiza un balance entre lo que ha perdido, lo que le queda y lo que ha aprendido.
Características: reconstruir la forma de ser, retomar el control de la propia vida, disminución gradual del estrés, aumento de energía física y emocional.
En esta etapa retomamos el control sobre la vida. Es tiempo de dejar el pasado e iniciar nuevos proyectos de futuro.
Se nos brinda la ocasión de ir al interior de uno mismo y descubrir los recursos profundos, pues el sufrimiento vivido conscientemente es con frecuencia un estímulo para evolucionar y abrirse a los demás; por eso es importante vivir a fondo las cuatro primeras etapas, antes de pasar a la quinta.
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