Por: Rosa María de Dios
“La mayor perdición del hombre es haber perdido la fe con su Padre”
Dice el señor: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza diríais a un monte ¡muévete! y él se movería” ¿Dónde está esa fe?
Hermanos en Cristo, la evolución de la vida nos ha llevado a muchos a ser como maquinas sin sentimientos humanos en el corazón. Cada día que pasa estamos sin fe hacia nuestros amigos, hacia nuestros padres, hacia nuestros abuelos, hacia nuestros hermanos, hacia nuestros hijos, hacia nuestros conyugues y hacia nosotros mismos.
Nuestro corazón esta endurecido como piedra dura. La confianza de un ser que nos creo se ha perdido olvidándose y llenándose de polvo ese sentimiento de amor en lo más profundo de nuestro corazón.
Dice un refrán: “A quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija”. Los profetas de este mundo, por ejemplo nuestro Señor Jesucristo y están sus palabras escritas en la Biblia, nos llevan al buen equilibrio y a tener fe; sin embargo muchos no creen en dichas palabras.
También en otros hermanos profetas antes del nacimiento de Jesucristo predijeron que existía una fuerza misteriosa a la que se le tenía que tener confianza y obediencia. Esa misteriosa fuerza se encuentra entre nosotros y ha hecho el mundo perfecto, nada fuera de su lugar, porque de no ser así nos llevaría a un gran desequilibrio en la tierra y no podríamos vivir.
Hermanos, yo tengo colgado en la pared de mi salón un reloj precioso de mis padres que de ellos heredé y si no le doy cuerda todos los días se para. Hay alguien que nos creó y debemos de tenerle fe. Ese algo, ese alguien, está dando cuerda a la vida de este mundo conocido y por conocer. De no ser así no existiría, todo se pararía y todo moriría.
Cuando mis hermanos no creyentes me dicen: “Ignorante, ¿pero tú has visto a Dios para creer en Él?”, yo contesto: “Sí, soy ignorante porque no soy el Creador de este inmenso universo e ignoro todas las cosas de cómo están hechas y el significado de cada una de ellas. Pero sí que creo que alguien o algo las creó y está en todas esas cosas creadas”.
Así como yo mando de mis actos y deseo alzar una mano y la levanto, si deseo levantar un brazo lo hago o si mi deseo es correr corro, porque soy dueña de mis pensamientos, así Dios es dueño de todas sus acciones creadas y las conoce tal como ellas son y sabe cómo tratarlas. Pero al hombre humano Dios lo creó diferente a animales, a vegetales y a todo lo creado y nos dio la libertad para escoger el bien o el mal. Esa es la mayor perdición del hombre, porque ha perdido la fe con su Padre al nacer de su vientre materno y al cortar su cordón umbilical para darle libertad se alejó de esa matriz que en su seno le llevó.
Cuando a una madre siempre el hijo la ha de necesitar, la palabra ya lo dice ¡madre! Cuando nos duele algo, cuando estamos perdidos, cuando necesitamos algo, siempre esa palabra pronunciamos ¡madre!
Hermanos, Él es el Padre de los padres, Él es la Madre de las madres, Él es el más fiel amigo de los amigos, Él nunca nos fallará, somos nosotros que por la falta de fe nos alejamos de Él.
Pero como he dicho muchas veces en mis mensajes deseamos ser adultos y no niños. Dijo Jesús: “Yo os digo a menos que ustedes se vuelvan y lleguen a ser como niños, de ninguna manera entrarán en el Reino de los Cielos. Cualquiera que se humille como un niñito es el mayor en el reino y cualquiera que reciba a un niño en mi nombre a mí también me recibe. Pero si alguien hace tropezar a uno de estos mis pequeños que ponen fe en mí, más provechoso le es que le cuelguen alrededor del cuello una piedra de molino como un asno y girar. El que se alza será humillado y el que se humille será ensalzado”.
Ahora yo pregunto: ¿Quién es capaz de tragarse el orgullo y no sacar la fuerza del hombre y ser como un niño? Muy pocos hermanos, muy pocos, así está este mundo.
La falta de fe nos lleva a no confiar ni en nosotros mismos.
Dijo Jesús a un pobre lisiado: ¡Levántate y anda! Y en ese mismo instante sanó. Y Jesús dijo: Tu fe te ha sanado. Vuestra hermana en Cristo.
Rosa María de Dios
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