Por: Antonio Caballero
“Todos nos hemos sentado alguna vez en una silla de enea. Sabemos de su comodidad y robustez”
Es evidente que la silla es el objeto más popular en el mobiliario del hogar. Antes del 1500 eran pocos los que conocían y se habían sentado en una silla y, sin embargo, su diseño existía siendo una de las primeras piezas registradas una silla plegable de fresno con asiento de piel de nutria, con un diseño muy similar al de taburete de campaña. Este objeto fue encontrado en Mulldeberg (Dinamarca) y se cree que data del año 1000 a.C.
La evolución de la sociedad trajo consigo mejoras en la vida cotidiana, el hogar y la decoración del mismo. En la historia de las artes decorativas siempre se hace referencia a la burguesía y la nobleza como pioneras del diseño, pero poco se sabe de las clases populares y uno de su mueble representativo, a mi entender, es la silla de enea; asociada al mundo rural es resistente y duradera. Cada comarca y región tiene sus propias características. La materia prima se utiliza de su entorno (se podía decir como ahora esta tan de moda que era una producción ecológicamente sostenible), rafia, enea, cuerda... múltiples variedades de maderas se utilizaban en su construcción: castaño, olmo, abedul, roble y haya entre otras en la zona del norte; Olivo, naranjo, pino en el sur.
El acabado, por regla general, deja entrever la tonalidad natural de la madera menos en las zonas de Andalucía, que son pintadas y con una policromía variopinta. Su característica general es su torneado y todas llevan travesaño. Antiguamente, el ebanista personalizaba la silla con el tallado de las iniciales de la familia. Era una de las piezas fundamentales del ajuar de los recién casados y cada hogar tenía su diseño particular, adornos florales generalmente junto a las iniciales y en el respaldo, motivos geométricos. La espaldera con varillas torneadas o rectas, lisas, en abanico o en ángulo.
Al ser una silla tan universal tenía tres tamaños: una pequeñita para el niño o la niña; otra de tamaño mediano denominada de “la abuela”, pues como es sabido la chimenea antiguamente siempre estaba encendida y servía tanto para calentarse como para hacer la comida, calentar el agua, etc. de ahí su tamaño y era la mujer la que se ocupaba de estos quehaceres y el resto de las sillas eran más altas.
Todos nos hemos sentado alguna vez en una silla de enea. Sabemos de su comodidad y robustez, resistente al uso es casi imposible que se rompa, incombustible al tiempo es una silla inmortal. Lo único que se desgasta es la rafia o enea. Sencilla, de humilde factura, la silla de enea está presente en las casas de pueblo cumpliendo múltiples misiones; en el recibidor, dormitorio, la cocina e incluso a la puerta de la calle.
Si la cadira de boba es part de la nostra historia personal i per tant del records de infantesa: “els matins a casa els tiets, l’olor del pa torrat i el bol fet de pedra amb el que prenia la llet i l’eko, les cadires de boba, la llar de foc i els gats blanquet i perleta”.
Antonio Caballero Bataller
Restaurador de mobles
Añadir un comentario