El puente que unió Alzira
En el mismo año, 1814, fue construido nuevamente el puente provisional de madera ascendiendo los costos a 69.100 reales de vellón
Se cumplen en estos días treinta años del comienzo de las obras que terminaron con la desaparición del puente de San Bernardo, antes llamado del Arrabal y más tarde de San Agustín, del que hemos averiguado varios de los sufrimientos que tuvo que soportar en los siglos que convivió con los alcireños a los que prestó grandes servicios uniéndolos en la separación, por el río, de las dos barriadas, la Vila y el Rabal.
El acta del Cabildo, de 7 de agosto de 1813 aparece reseñada la reconstrucción del puente de San Agustín, al que causaron grandes destrozos las tropas francesas de ocupación en la Guerra de la Independencia, como aparece en el grabado que reproducimos en esta crónica histórica semanal.
Mientras se aprobaban las obras de restauración, el Ayuntamiento acordó instalar un puente provisional de madera, el cual en el siguiente año, 1814, las lluvias causaron grandes destrozos llegando a tal estado peligroso que no se llegó a efectuar la reforma porque en la tarde el 22 de enero una riada se lo llevó quedándose incomunicada la Villa con el Arrabal, causando muchas desgracias. El Cabildo acordó inmediatamente el que la barca que poseía la Vila para poder pasar las gentes de una parte a otra del río, subastar el arriendo de tal barco al mejor postor siendo otorgado a José Parra, Pascual y Mariano Monzó y a Miguel Agustí, quienes además habían de construir un barco para el paso de carruajes, caballerías y personas.
Por fin en el mismo año, 1814, fue construido nuevamente el puente provisional de madera ascendiendo los costos a 69.100 reales de vellón.
En 1817, el Real Patrimonio de la Corona se incautó del puente de San Agustín derruido por los franceses en 1808 para realizar su construcción. Después de su incautación se procede la reconstrucción de piedra sillar sus arcos, ya que sus machos estaban intactos quedando terminado hacia 1821.
Después de pertenecer el puente al Patrimonio de la Corona pasó a propiedad del Estado y más tarde, tras haber transcurrido 58 años en que dejó de pertenecer a Alzira, el 25 de Junio de 1872, el Estado cede gratuitamente a Alzira el puente de San Agustín y el de Santa María, el que conocimos por San Gregorio.
El ser propietario del mismo nuestra ciudad fueron varias las obras que en él se realizaron hasta su desaparición en 1966/67.
En el mes de junio de 1883 se abre un expediente para que el arquitecto municipal Antonio Martorell, inspeccione la solera de la puerta central del puente de San Agustín por amenazar ruina, quien en su informe de 12 de julio del mismo año decía: que los cargamentos de la misma están corroídos y en estado de ruina opinando al mismo tiempo que la mentada puerta podría desaparecer sin inconveniente alguno y sí con la ventaja del mayor ensanche y facilidad para el tránsito.
Llegó el nuevo siglo siendo secretario del Ayuntamiento José Bolea, que pocos años después sería el alcalde, certificando el acuerdo de la Junta de Socorros del Ayuntamiento por el que se facultaba a la alcaldía para que se llevara a efecto el derribo de las murallas y arcadas del puente de San Bernardo -ya se había cambiado la denominación de San Agustín- al efecto de facilitar el tránsito por el mismo a los carros y caballerías.
Otras de las curiosidades afectas a nuestro recordado puente fue en noviembre de 1947 cuando José España Lliso, presidente de la Sociedad de Carreteros y Socorros Mutuos, solicita al Ayuntamiento se esparza arena en los puentes de San Bernardo y de Hierro como ha sido costumbre siempre, pues la falta de la misma ocasiona caídas a las caballerías. Actualmente -seguía diciendo el presidente- nos encontramos en plena temporada de la naranja y por tanto el tránsito de carros y caballerías es mayor que el de costumbre.
Unos días más tarde, el alcalde Carlos Llinares daba el visto bueno para que se llevaba a término el acuerdo de la Comisión Municipal de Fomento el que se ordene el arenado del Puente de San Bernardo dos veces por semana, en evitación de perjuicios a los servicios de circulación, que por dicha vía se realizan.
No pasó mucho tiempo cuando se comenzó a rellenar el viejo cauce del río que discurría por debajo del llorado puente; fue en la década de los años 50 y en el comienzo de la siguiente, nuestro puente ya tenía firmada la pena de muerte.
Han transcurrido treinta años del inicio de aquella barbarie y más de veinte que los casalicios, al no asentarse en los primitivos machos, se están yendo a la deriva.
¿Esperarán las autoridades competentes a que se desmoronen? sobre todo el de les germanetes que cuenta con una peligrosa inclinación. Al parecer hay un proyecto de restauración. Pero, ¿llegarán a tiempo? este nos lo dirá.
Alfonso Rovira 01.03.1996
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