“Otra imagen retenida es la butaca frente al ventanal, observando, esperando esa llegada ansiada o en invierno junto a la chimenea otros momentos de tertulia inolvidables”
Es habitual relacionar un objeto con recuerdos de nuestra vida, en tiempos pasados tuvimos vivencias en los que estaba presente ese mueble inseparable. En ocasiones nos desprendemos de ellos y muchas veces nos acompañan allá donde vamos, es parte de nuestro equipaje en el sinuoso camino de nuestra existencia.
En los primeros años será la cuna y la mecedora donde nos acunaba nuestra madre, las primeras referencias mobiliarias, era el mejor remedio para el descanso y el reposo, ese asiento que al balancear y abrazar nuestro cuerpecito apagaba nuestro llanto y nos tranquilizaba como no va a formar parte de nuestros recuerdos?
Mas tarde el escritorio será el testigo de nuestro desarrollo intelectual, allí estudiábamos, soñábamos despiertos, escribimos nuestros pensamientos mas íntimos en esas cartas secretas y escondidas, verdaderos tesoros nuestros… Otra imagen retenida es la butaca frente al ventanal, observando, esperando esa llegada ansiada o en invierno junto a la chimenea otros momentos de tertulia inolvidables.
Otro mueble interesante es el tocador, con sus múltiples cajoncitos, cofrecillos y cajitas donde se guardaba todo lo relacionado con nuestra belleza, ese espejo que era el testigo de nuestra transformación, anillos, perfumes, pulseras… cada compartimento guardaba un trocito de nuestra alma.
Al salir de casa siempre estaba ese espejo que era el que nos daba la aprobación para la marcha, al llegar de nuevo ahí lo teníamos, de frente juzgando nuestra actitud y debajo la consola, el primer apoyo para aligerar los bolsillos… llegando al pasillo nos esperan los cuadros, marcos y demás adornos florales. Nuestra habitación era otro mundo, una anarquía total, difícil de calificar o más bien parecido a un bazar.
Quien no recuerda de pequeño la cama de nuestros padres, nos parecía inmensa con esos dibujos realizados en marquetería, la talla realizada sobre la madera, el dorado del bronce y sobre todo era ideal para jugar, saltar y el mejor refugio de nuestras pesadillas y miedos, como no lo vamos a recordar… enfrente la cómoda, imponente, robusta, esplendida y bella, adornada con herrajes que simulaban motivos vegetales, florales o de animales, moldurada, tallada, lacada, brillante, a veces con columnas lo asociábamos con algún edificio.
El salón comedor era nuestro palacio, se entraba cuando se podía y era el museo de la casa, ahí si que habían recuerdos pero estos nos eran ajenos, eran los recuerdos de nuestros ancestros.
No olvidemos nuestras raíces y preservemos lo que quedan de ellas, el mueble es una de ellas, conservarlos.
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