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Artículo de opinión de José Palacios Boquera
En alguna ocasión he afirmado que, a mi entender, los alzireños no percibimos, no valoramos o carecemos de señas de identidad propia como pueblo y ello siempre me ha preocupado mucho. Lo he comentado, en más de una ocasión con varias personas de distinto estamento social, cultural y pensamiento político. Ha sido motivo para mí de mayor preocupación percibir que, inexplicablemente, todos coincidíamos y también todos sentíamos la necesidad de reflexionar sobre esta inquietud, a la vez que crear un ambiente propicio para que, poco a poco, estudiar y meditar nuestras raíces históricas como pueblo, tan ricas pero, desgraciadamente, muy desconocidas. Es obvio que el desconocimiento de nuestros orígenes como pueblo e igualmente el desconocimiento de nuestra historia, nos lleva a no sentir inquietud y menos a crear vivencias de alzireñismo. Existen asociaciones religiosas, culturales y grupos que aisladamente promocionan determinados y concretos eventos y publicaciones que dan a nuestra querida Alzira un prestigio, en cierto modo, relevante y que es digno de elogio. Muchas ciudades y pueblos quisieran tener estos movimientos que mantienen la llama viva o un rayo de esperanza, que pueden explotar, en un momento dado, creando una inquietud colectiva como pueblo. Alzira y muchas ciudades y pueblos lo necesitan y mucho. ¡Cuantos eventos y fiestas que eran muy entrañables para el pueblo alzireño, hoy en día, han desaparecido o pasan desapercibidos para la mayoría de la ciudadanía! Estamos en un mundo moderno y diferente. Hay que aceptar y apoyar el avance tecnológico, pero no por ello debemos perder nuestros valores fundamentales basados en principios morales, humanos y cívicos, propios de nuestra cultura e idiosincrasia.
Recuerdo que un buen amigo, no alzireño, conocedor por su profesión de este tipo de temática y al que manifestaba este sentir e inquietud mía, me puso un ejemplo en el que venía a decir que cuando una ciudad o un pueblo crece desproporcionadamente o crece con inusitada rapidez y transforma la típica vivienda familiar en torre o finca con muchos pisos, empieza a perderse el espíritu de familia, y con la pérdida de esta realidad tan arraigada entre nosotros que nos une tanto, no sólo por vínculos de sangre, sino también de vecindad y amistad, se pierde un tanto, lo que podríamos denominar, la familia ciudadana. Fíjate, me decía, hay fincas, que muchos de los vecinos o no se conocen o simplemente se saludan en la escalera por pura cortesía. Es más, conocedor de que era presidente de una asociación religiosa, me decía, que en aquellos pueblos con enorme bulevares, avenidas y edificios altos, sus manifestaciones religiosas o procesiones, incluso festivas, pierden su sabor auténticamente religioso o festivo y la participación y el engalanamiento de sus calles y edificios. Una calle con varios edificios altos y algunas viviendas familiares estarán engalanadas con tapices o flores y nada o muy poco los edificios. Es cierto y no sólo en el ámbito religioso, sino también en el festivo y cultural.
Quizás habría que reflexionar en el sentido de que muchos eventos que nacieron del pueblo los organizaba el pueblo e iban destinados al pueblo, se hayan oficializado o municipalizado en exceso y ahora se hallan en manos de políticos y técnicos que creen ofrecer, quizás con buena fe, lo mejor para el pueblo; pero sin contar con el pueblo. La participación ciudadana es imprescindible y no todo puede ni debe proyectarse ni realizarse desde los despachos. Si el pueblo participa se crea espíritu de ciudadanía con innata creatividad y responsabilidad. Nace lo propio de un pueblo. Nace la identidad de un pueblo al que, en ocasiones, infravaloramos.
Hoy he querido manifestar inquietudes muy personales que, cuanto menos, a los que sentimos amor por nuestra tierra nos deberían hacer reflexionar con serenidad y valentía. No todo es urbanismo, con la importancia que tiene para el desarrollo de la ciudad, sino también hay que valorar otros principios y valores que hagan vibrar y hacer feliz, humana y cívicamente a todo ciudadano. No regateemos esfuerzos. La persona es lo más importante y el alzireñismo entre nuestras gentes hay que revitalizarlo y dignificarlo. Y ello es misión de todos.
José Palacios Boquera
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Comentarios de nuestros usuarios a esta noticia
la progrsión de nuestra ciudad ha llevado a que seamos unos auténticos "mesinfots", virtud muy valenciana y... alzireña
Así nos va
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