Hoy, a sus 74 años de su construcción, sigue prestando un buen servicio a los alcireños y habitantes de la comarca
Algetzira, la vieja isla según los árabes, era una ciudad amurallada, inexpugnable militarmente, rodeada por el río Júcar que la abrazaba con sus aguas. Poco a poco, al transcurrir el tiempo, fueron construidos puentes para el acceso a ella. Que sepamos, el primero de ellos, en el camino de Valencia, fue el de Santa María, que después pasó a denominarse de "Sant Gregori" por la ermita que en uno de sus lados se ubicaba. Su construcción, según Carlos Sarthou, en su "Geografía del Reino de Valencia", comenzó a realizarse en 1308, terminando sus obras en 1329; se invirtieron 143.700 sueldos.
Conocimos también el puente del arrabal, que después fue de San Agustín y, finalmente, hasta 1966 (año en el que fue destruido) de "San Bernat". Terminando la segunda decena de este siglo, entró a prestar servicio el "Pont de Ferro", del que nos ocuparemos hoy.
También se construyeron pasarelas como la de Tudela, que fue después de San José. Otra, la del Mercado al Arrabal, cerca del "Cami VeII" —Colón —. Hubo otro puente que tenía tres ojos y que iba desde el "Molí de Fus", cercano a
Muy cerca del "Pont de Sant Gregori", río abajo, alrededor de los años 20 del siglo XX, se estaban terminando las obras del puente de hierro —cuyo modelo también lo podemos ver en Albalat de La Ribera, Sueca y Cullera—, cuyo proyecto fue realizado por el ingeniero Enrique González Granda, que lo terminó un año antes de finalizar el siglo XIX por encargo de la Dirección General de obras públicas de Estado. El presupuesto ascendió a 400.000 pesetas.
Este puente, sin más apoyo que los estribos sillares edificados sobre los márgenes del río Júcar, cruza su cauce y tiene 72 metros de luz. En las obras estaba previsto realizar, al mismo tiempo que se construía el puente, la demolición del puente de San Gregorio, cerrar el brazo muerto del río Júcar que encerraba a la ciudad en una isla y la construcción de muros o pretiles de piedra sillar de contorno, circunvalando la población, como conocemos en la actualidad, para la defensa de las avenidas del río.
En el número 18 del semanario "Alzira Cartelera" de fecha 17 de febrero de 1962, que editaba Ismael Mascarell, uno de los colaboradores, Ángel Ares Álvarez, recogía a modo de pensamiento, lo que del puente de hierro opinaba: "Cuantas generaciones han pasado por mi maltrecho cuerpo. Cuánto he sufrido con las inclemencias del tiempo, que sin cesar se han abatido sobre mis miembros. ¿Cuánta ha sido el agua que discurrió bajo mi atenta mirada, oyendo constantemente ese dulce rumor de su continuo deslizar por estas rocas de su lecho? ¿Cuántas triunfales mañanas, cuántas lánguidas tardes, propicias noches, amaneceres inciertos, gozó de mi la juventud? Pero ahora, al correr el tiempo, y en la soledad de las noches, cuando sólo se perciben los misteriosos ruidos nocturnos, que suena dulcemente en mis oídos, cansados de tanto tráfico diurno, me gusta recordar".
Sigue diciendo, en este caso, como si hablara el propio puente: "Fue por el año 1911 cuando comenzó mi construcción, finalizando en 1918, después de haberme sometido a riguroso examen. Desde entonces, vengo prestando mis servicios ininterrumpidamente. Creo que fue a finales del pasado año 1961 cuando entre los muchos rumores que el viento trae y se lleva a través de mis miembros, me enteré de que pronto tendré un sustituto. La verdad, la noticia no me causó gran impresión, la esperaba hace tiempo, éste no pasa en balde y creo que he quedado un poco anticuado para los tiempos actuales, de momento quizá me destinen a "servicios auxiliares", pero mi fin está próximo, lo presiento; pero lo espero con gallardía, tengo la certeza del deber cumplido".
Pues no ocurrió como predecía Ángel Ares, hace treinta años. No ha pasado nuestro querido puente a "servicios auxiliares", si bien está limitado el paso por él de grandes tonelajes. Antaño, ya lo saben ustedes, transitaban los carros portando la naranja; pero en la actualidad, tras haber sido remozado en varias ocasiones de pintura y obras en su calzada, así como en sus estructuras más vitales, sigue prestando un buen servicio, aunque, recordemos, estuvo a punto de ser destruido por una de las bombas que arrojó la "Pava" en plena Guerra Civil y que afortunadamente no dio en el objetivo en el que tenía previsto impactar.
Hoy, a sus 74 años de su construcción, sigue prestando un buen servicio a los alcireños y habitantes de la comarca.
Alfonso Rovira, 13.09.1992
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