El galeón Apóstol Felipe (VI)
El naufragio del galeón español Nuestra Señora de la Concepción en 1641
Pasión por el modelismo naval
Estimados amigos lectores de El Seis Doble, un día más con vosotros para seguir con el proceso de montaje y construcción del galeón español Apóstol Felipe, un barco histórico que perteneció a la flota de la Carrera de las Indias. Previamente, y como ya es costumbre, haremos un breve comentario sobre la historia, construcción y características de estos barcos centrándonos en esta ocasión en el naufragio del galeón N.S. de la Concepción.
El naufragio del galeón español Nuestra Señora de la Concepción en 1641
Era uno de los principales galeones de la Carrera de las Indias dotado de una potentísima artillería capaz de destruir a cualquier enemigo y pertenecía a la flota de Nueva España. Partió de Veracruz el 23 de julio de 1641 con la carga de otro barco que no pudo hacerse a la mar debido a las condiciones atmosféricas y al mal tiempo reinante en la zona. Transportaba más de quinientas personas a bordo, entre tripulantes y pasajeros de los que sólo sobrevivieron doscientos aproximadamente; no se sabe con certeza el número exacto de supervivientes. Tras hacer escala en La Habana zarpó unos días más tarde y tuvo que regresar dos días después para reparar una vía de agua. Volvió a zarpar a la semana siguiente y un huracán le partió el trinquete y el palo mayor a los pocos días de su navegación. Cuando se encontraba en la costa este de La Florida, el veintinueve de septiembre, se desvió totalmente de su rumbo y durante más de treinta días navegó a merced del viento y las corrientes, hasta que colisionó estrepitosamente contra un arrecife de coral de poca profundidad frente a las costas del norte de la República Dominicana. Varios oficiales se habían amotinado y desoyeron las órdenes del almirante Juan de Villavicencio. Los oficiales amotinados creían que estaban al norte de Puerto Rico y pusieron rumbo hacia el sur. El almirante afirmaba que se encontraban al norte de los arrecifes coralinos frente a la isla de La Española, actual Haití.
Ante la insubordinación, el almirante Villavicencio ordenó que le trajeran un recipiente y delante de los pasajeros y de la tripulación se lavó, literalmente, las manos. El daño inicial fue menor, pero los intentos de la tripulación por liberar al barco de las rocas abrieron varios boquetes en el casco dejando inutilizado al barco. Quedó asentado sobre una punta de coral y acabó partiéndose por su popa. Durante los tres días en que tardó en hundirse, los pasajeros y la tripulación arrancaban desesperadamente tablones del armazón del buque para improvisar balsas que les permitieran alcanzar la costa.
Transportaba veintiséis toneladas de oro y plata, varios miles de monedas, una cantidad considerable de joyas y piedras preciosas con destino a la Corona de España, objetos personales de valor que eran propiedad de la viuda de Hernán Cortés e innumerables piezas de porcelana china pertenecientes a la dinastía Ming. Los últimos treinta hombres arrojaron la carga sobre el arrecife para que el barco no se precipitara al fondo y pudiera ser localizada. Como casi todos los galeones que volvían a España sobrepasaba tres veces el peso autorizado de su carga.
Según vemos en las fotografías, estos días hemos montado las barandillas de cubiertas y colocado las puertas de las distintas dependencias del barco. Construidos los cabilleros los hemos encolado y pegado en sus lugares correspondientes. Los marcos y las portas de troneras también están dispuestos y alojados en sus huecos. Las balconadas de popa y las puertas de balconada también los hemos pegado en su lugar y hemos colocado toda la artillería de la primera batería construyendo y colocando también las mesas de guarnición, donde después irán sujetas las vigotas de las cuales tensarán los obenques de las escalas.
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