Artículo de opinión de Rafael Clari
Los principales enemigos de nuestra economía campan a sus anchas mientras se expolia el sustento sanitario, educativo y productivo
Un ejemplo de lo que nos sucede como país
Manuel, repartidor de panadería, pidió un préstamo al banco para poder comprar su vehículo de reparto.
Para poder pagar las mensualidades, dado que el negocio había disminuido, ha tenido que prescindir de los cambios de aceite, de la revisión de los frenos, de la sustitución de las cubiertas. Como con todo y con ello no alcanzaba, el banco le ha sugerido que venda las puertas a peso, así como los cristales, el freno de mano y el volante; que coma la mitad de la comida y así ahorre en los alimentos, que sustituya el gasóleo del camión por aceite refrito… ¿es sostenible esta situación? ¿Desemboca en el desastre? Todos tenemos claro que sí.
Este país tiene una deuda que no puede sufragarse con los ingresos que percibe. La alternativa lógica hubiera sido incrementar la productividad, reducir el margen para aumentar la competitividad, moderar los impuestos, liberalizar el comercio y perseguir el fraude. El presidente de la Organización de Inspectores de Hacienda del Estado, Ramsés Pérez Boga, dice que “en España existe un inspector por cada 2.000 habitantes, mientras que en Alemania la proporción es de uno por cada 900”, ¿no nos hace pensar ello que el fraude puede ser elevadísimo?
Olvidarse del déficit temporalmente como garantía de reactivación del sector productivo. Este tipo de directrices conducen a la activación de la economía productiva, a la contratación y al empleo. En ese entorno es viable destinar recursos al pago de la deuda, a la protección social y afianzar los derechos laborales de los trabajadores, sin menoscabo del beneficio empresarial.
Pero este tipo de prioridades no se han dado y esto supone un problema. Disminuyendo las dotaciones destinadas al Sistema Público de Salud, lo que se ahorra en el corto plazo supone un gasto en el medio plazo. Tratar la sanidad como un negocio en el que se puede economizar recortando recursos es, cuanto menos, peligroso e inhumano. Trasladar esa mentalidad a la población es, por otra, parte infame. Que un pensionista deje de tomar la medicación por una tasa disuasoria es un disparate se mire como se mire. Otra cuestión que me inquieta es la pretensión de un exceso de consumo de medicamentos. Nadie, creo, en su sano juicio se ‘sobremedica’ por tener fácil el acceso a los fármacos, ¿se observa la similitud con el camionero del ejemplo?
En el medio-largo plazo la educación es otro sector afectado. Por un lado, los jóvenes que se han ido formando y tienen que salir al extranjero para encontrar empleo. Una pérdida de lo mejor de nuestro talento. Por otro las absurdas reformas con el político de turno. Pero lo último, lo más absurdo, es pretender vender la burra que, reduciendo la inversión en educación, disminuirá el fracaso escolar. Personalmente no lo creo.
¿Cómo convences a un niño de que estudie cuando su hermano mayor que estudió tiene que emigrar para poder vivir? ¿Qué sucederá cuando necesitemos técnicos bien preparados y tengamos que importarlos de otros países comunitarios, previo pago del desplazamiento y dietas?
Otra de las propuestas que me parece surrealista es la de alargar la edad de jubilación. Hoy por hoy la gente que se jubila con sus 65 añitos cumplidos ya estaba más tiempo en las colas del hospital que en su trabajo. ¿Eso aumenta la productividad? Permítanme dudarlo. La calidad en el servicio o lo producido ¿qué beneficio supone alargar la vida laboral de un anciano cuando hay dos jóvenes en su lugar en la cola del desempleo? Puede que con el envejecimiento poblacional llegue a ser cuestionable. Pero, hoy por hoy, es una locura más.
Por último me gustaría equivocarme. Soñar por un momento que los brotes verdes están a la vuelta de la esquina, aunque me temo que la situación es bien distinta. El crecimiento del desempleo y la economía sumergida no han sido acometidos. Los principales enemigos de nuestra economía campan a sus anchas, mientras se expolia el sustento sanitario, educativo y productivo.
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