Relojes que ya no marcan las horas
Cronología de los relojes públicos en nuestra ciudad
¿No han pensado en que los relojes parecen tener alma? Son como los humanos; inestables, atrasan, adelantan, se paran cuando quieren; tienen autonomía propia. Siempre a los relojes no los miramos del mismo modo; algunas veces con agrado, otras con desagrado y las más diferentes, todo según nuestra conveniencia.
Los romanos dieron a conocer en España el reloj de sol, importado de Grecia. Cuando estaba nublado se recurrió a la clepsidra o reloj de agua. Algunas veces se sustituyó el agua por la arena y resultaron los relojes de arena, que datan del siglo II antes de nuestra era.
En 1344, Juan Dondi construyó el primer reloj que se colocó en una torre de Padua (Italia). Conforme iba adelantando el tiempo se fueron construyendo y mejorando llevándose a extraordinarias perfecciones. Galileo descubrió el isocronismo del péndulo y Huygens, en 1647, los incorporó con la invención de la espiral.
Para que los vecinos de Alzira pudieran estar informados de la marcha horaria, el ayuntamiento construyó una torre, que por mucho que hemos indagado, no hemos podido hallar la fecha en que fue levantada, en la Iglesia de Santa Catalina, recayente a la Plaza de la Constitución; posiblemente sería a finales del pasado siglo. Este reloj de torre, primero que conocieron los alcireños, desaparecería con motivo del incendio del templo a primeros de Mayo del 36.
Al finalizar la contienda, tres años más tarde, comenzaron a funcionar tres relojes públicos en nuestra ciudad, que marcaban la pauta de nuestro diario quehacer. El de la Iglesia de Santa Catalina, el del Banco de Valencia y el de la Caja de Ahorros, donde se ubicaba la Iglesia de San Agustín.
Aunque poseíamos nuestro propio reloj, cuando pasábamos frente a uno de estos tres, nuestra mirada iba recta a sus saetas.
El reloj del antiguo edificio del Banco de Valencia fue instalado a principios de los años 40, desapareciendo de su torre en 1971, cuando fue destruido el mismo para la construcción de otro más moderno y el reloj, al parecer, duerme en algún cuarto oscuro, olvidado.
El de la Caja de Ahorros, siguiendo los tiempos modernos, está hace muchos años en el paro. Cuantas veces recordará a su buen amigo el portero de la finca de la Caja de Ahorros, que todos los días le daba vida dándole cuerda.
El primero de ellos, el de la torre de Santa Catalina –del que hemos hallado abundante documentación en el rico Archivo Municipal– fue contratada su instalación en el mes de Diciembre de 1939, la relojería Giménez de nuestra capital de provincia, siendo alcalde el doctor Julio Tena Just, alcanzando el presupuesto de la misma 15.000 pesetas.
Las tres campanas existentes en la torre, –como podemos ver en la fotografía– que desde hace tiempo enmudecieron, son las dos de arriba las que daban los cuartos, de 65 y 90 kilos de peso y las de las horas, de 150 kilos. Este reloj público, propiedad del Ayuntamiento, comenzó a funcionar en el mes de octubre de 1940. Los frecuentes cortes de energía que se producían con las restricciones en aquellos años, así como algún fallo de la fuerza motriz o trifásica que alimentaban los motores del reloj, causaban averías en el mismo, por lo que la casa conservadora de la maquinaria, en 1944 ofrecía al Ayuntamiento una maquinaria que se había expuesto en la XXII Feria Internacional de Valencia, por lo que por el costo de mil pesetas fue sustituida por la antigua. Un año más tarde seguían produciéndose averías, por lo que la casa instaladora propuso al Ayuntamiento cambiar el sistema por uno que se remontara a mano, de cuyo cuidado se ocupó el que fue electricista del Ayuntamiento, Simón Atienza Pintor, a quien recuerdo siendo monaguillo de Santa Catalina, haberle acompañado innumerables veces por la estrecha escalera que conduce al habitáculo del reloj para darle cuerda y comprobar la hora con la de su reloj de bolsillo.
Hoy la torre ficticia o el pegote que nuestros antepasados edificaron, sin base o cimentación, sobre la nave lateral del templo parroquial, es una amenaza, puesto que el peso que soporta está dañando la estructura donde se halla el altar de los Santos Patronos, cercano a la torre. Al parecer hay problemas burocráticos acerca de la Consellería de Cultura, que deberían solucionarse lo más pronto posible en aras de que prevenir algún que otro accidente —que costaría muy caro si pillara en ese momento fieles en la iglesia— que pudiera producirse en el interior del templo. En el lugar donde antiguamente se ubicaba la sacristía, derruida en 1936, una vez desaparecida la referida torre, volver a construir la misma donde antiguamente estaba.
Pero los tres relojes –dos sin vida y el otro desaparecido en combate– a través de su larga y corta historia respectiva, han marcado horas decisivas en las vivencias de nuestra ciudad; felices las más, amargas las otras, que quizás hubiera valido no sonaran. Ellos no se detienen, su misión es contar y contar, en buena o mala hora.
Alfonso Rovira, 08.05.1994
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¿Y cuando la tiran...?
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