Un regadío total y aristocrático con la duquesa de Alba
El 24 de mayo de 1964 se impuso la Medalla de Oro de la Ciudad de Alzira a la Senyera de la Acequia Real
A primeras horas de la tarde del domingo 24 de mayo de 1964, llegaba al ayuntamiento de Alzira la comitiva automovilística que en caravana había partido de Antella para asistir a los actos del VII Centenario de la Acequia Real del Júcar, con la importante secuela de celebrarse al mismo tiempo el I Congreso Nacional de Comunidades de Regantes.
La presidencia la ostentaba la señora María Rosario Cayetana Fitz-James Stuard, duquesa de Alba, a cuyos antecesores, desde el rey Jaime I, se debe la construcción a mediados del siglo XIII de lo que en primer lugar se denominó Acequia Real de Algezira. El motivo de la visita a Alzira, era la imposición a la Senyera de la Comunidad de la Acequia de la Medalla de Oro de la Ciudad y descubrimiento de una placa en homenaje a Alzira, dedicada por la Junta de Gobierno de la Comunidad.
Al llegar la ilustre señora al salón de sesiones, fue recibida por la Corporación Municipal, bajo mazas, presidida por al alcalde Bernardo Andrés Bono, junto con las autoridades locales, eclesiásticas, civiles y militares, dando la bienvenida a la duquesa, la que fuera fallera mayor de Alzira, María Teresa Benedito Sifre, que le haría entrega de un ramo de flores.
En el estrado, presidiendo la duquesa; alcalde; director general de Obras Hidráulicas, Rafael Couchoud; delegado de la Confederación Hidrográfica del Júcar, Miguel Abriat Cantó; presidente de la Junta de Gobierno, José Gómez Baldoví; arcipreste, Francisco Albiol y concejales del Ayuntamiento alcireño. Dio comienzo el acto el secretario de la Acequia Real, Rafael Tasso Izquierdo, con unas palabras en las que describió el acuerdo adoptado por la Junta General de los Diputados de la Comunidad, a propuesta del alcireño Antonio Gisbert Amat, de dedicar una lápida a la ciudad de Alzira, en la que se hiciese patente la gratitud de la Acequia Real a su pueblo fundador.
Descendientes de Troste
La lápida, obra del escultor José Justo Villalba, había quedado empotrada en los venerables muros del salón de sesiones del ayuntamiento. Los directivos de la Acequia eran descendientes auténticos de los señores de Troste, como antiguamente eran designados los encargados de la administración de la centenaria acequia.
Poco después, la duquesa de Híjar y de Alba, procedería a descubrir la lápida que se halla situada en el ángulo superior derecho de la presidencia del salón de sesiones, cuya inscripción dice: “La Comunidad de Regantes de la Acequia Real del Júcar en el VII Centenario de su fundación por el Rey Jaime I el Conquistador, perpetúa en este homenaje a la Ciudad de Alcira. 26 de mayo de 1964.
Acto seguido, el secretario del Ayuntamiento alcireño, Francisco González Campoy, dio lectura del acta en la cual se concedía a la Senyera de la Acequia Real, bendecida en la capital de provincia días antes, de la Medalla de Oro de la Ciudad de Alzira que, a continuación, en medio de una gran salva de aplausos acompañados del Himno Regional, el alcalde Bernardo Andrés Bono, con la duquesa de Híjar y de Alba, imponían a la enseña valenciana, cerrando el acto el mismo alcalde con unas palabras llenas de entrañable afecto hacia la Acequia Real del Júcar, manifestando que esta gran obra constituye la riqueza básica en nuestra provincia. Glosó el servicio que realiza a la Comunidad y las aportaciones realizadas. Tuvo palabras de elogio para la duquesa de Alba, cuya amabilidad y simpatía era bien notorio y se había ganado el aprecio y estima de los valencianos.
No quiso el alcalde que los invitados dejasen de visitar el riquísimo archivo municipal en el que fueron atendidos por el erudito archivero, el sacerdote alcireño José María Parra, quien puso todo su interés en mostrar los interesantes documentos allí conservados, resaltando el volumen manuscrito de Privilegios de la Ciudad y Reino de Valencia, que en el siglo XVI imprimiera el notario Alanya, con el título Aureum Opus, original que no existe en el archivo.
Siete siglos de historia
La noche anterior se había celebrado un acto literario en el Teatro Principal de nuestra capital de provincia donde, entre otras personalidades, había intervenido el alcalde de Alzira, Bernardo Andrés Bono, quien en su parlamento destacaba que “para los alcireños, Alzira y su Acequia Real, forman un todo a través de siete siglos de historia en que no se conciben una sin la otra; las aguas de nuestra acequia fecundan nuestras tierras; hacen posible nuestras huertas, arrozales y moreras que dieron fama a nuestras sedas y dan savia a los naranjos, base de esta gran riqueza, orgullo de propios y asombro y envidia de extraños que hasta en refranes se manifiestan; ¿eres d’Alzira y plores?, nos dicen cuando nos quejamos de las calamidades que a todos los labradores afectan, sin tener en cuenta que cuando nosotros lloramos, no sólo por nuestras pérdidas, sino porque toda la economía nacional se resiente entre ellas”. Bernardo Andrés también señalaría que “sobre todos los bienes materiales, amamos a nuestra Acequia, porque ella nos enseñó a ser buenos hombres de empresa, dándonos la clave y la herramienta para convertir en vergeles hasta las piedras y, donde haya un alcireño, un cubo de agua y un naranjo, habrá un español de una sola pieza. ¡Acequia Real del Júcar, bendita mil veces seas!”.
En la fotografía que acompañamos, la duquesa de Híjar y de Alba con el alcalde Bernardo Andrés Bono imponiendo la Medalla de Oro de la Ciudad de Alzira a la Senyera de la Acequia Real, en el salón de sesiones del ayuntamiento alcireño.
Alfonso Rovira, 16-01-1994
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