Varios centenares de romeros recorrieron los ocho kilómetros que separan la ciudad del Valle de la Murta
Como todos los años por estas fechas, se llevó a cabo ayer la romería a la Murta, aunque en esta ocasión, a causa de que el domingo próximo la iglesia católica celebra la festividad del Corpus Christi, la festividad se ha realizado un domingo antes de lo previsto.
Es costumbre desde hace unos años realizar la romería a pie hasta las ruinas del monasterio partiendo desde la puerta de la iglesia de Santa Catalina a las ocho de la mañana. Un cambriol de Antonio Micó, tirado por dos caballos y guiado por dos niños, nietos de Antonio Micó, popular taxista que fue hace bastantes años, vigilado por el padre de los niños, portaba en el trono la imagen de la Virgen de la Murta. Partieron ayer a las ocho de la mañana desde la plaza de la Constitución, no sin antes que un grupo de danzantes pertenecientes al grupo de Danzas de Alzira, acompañados por los dolçainers i tabaleters, bailaron en honor a la Virgen.
Seguidos por algunos centenares de romeros, detrás de la carroza emprendieron a recorrer los ocho kilómetros que separan la ciudad del Valle de la Murta, concretamente donde se hallan las ruinas de antiguo monasterio que fue de los monjes Jerónimos. En algunos huertos del recorrido, sus moradores arrojaron a su paso pétalos de flores y hojas de plantas olorosas. A mitad de camino, los romeros hicieron un alto en el camino para reponer fuerzas, en uno de los huertos a la orilla del camino. Al llegar a la puerta de entrada a la finca municipal, volvieron a bailar el grupo de danzas, dando entrada a la imagen que siguió hasta la llegada al monasterio, donde la imagen fue trasladada a una pequeña anda que, portada por camareras de la pasada fiesta de febrero, llegó al lugar donde fue entronizada en un altar donde poco tiempo después de llevó a cabo la ofrenda de flores por asociaciones religiosas, colectivos, falleras mayores de Alzira y la Colonia Alcireña en Valencia. La alcaldesa de Alzira, Elena Bastidas, junto con el concejal de Fiestas, Rafael Fita, ofrecieron una cesta de flores en nombre del Ayuntamiento.
Con esta última ofrenda, dio comienzo la misa al aire libre, en el templo de la naturaleza, teniendo como bóveda el cielo, acompañada con los bellos trinos de los pájaros y, por cierto, mucho calor. Fue oficiada por el párroco de Santa Catalina, Enrique Masiá, consiliario de la Real Cofradía, quien en la homilía habló principalmente de la fiesta que en este día celebra la iglesia católica, la Santísima Trinidad, teniendo al mismo tiempo frases elogiosas para este valle, el que escogieron para llevar una vida contemplativa los monjes Jerónimos. A la conclusión de la misa, el sacerdote, con un ramo de murta, bendijo el pan para ser repartido entre los romeros, que viene a ser así como el recuerdo de que los monjes de aquel cenobio en aquella época obsequiaban a los que llegaban a la puerta del convento a pedir lo que llamaban "la sopa boba".
Al mediodía, fue servida una suculenta paella, condimentada por la casa Bisbal, que fue la delicia de todos los comensales, que eran muchos.
Mediada la tarde, la imagen fue trasladada al cercano ermitorio, donde tomaron parte el presidente, Alfredo Garés, junto María Amparo Vila, madrina de la fiesta de febrero, acompañada de las camareras de la Virgen. Este final de la romería y el traslado de la imagen al ermitorio de la Murta se vienen realizando hace más de diez años. Desde ese tiempo, ya no se acompaña a la imagen hasta la ciudad. Los que estuvieron presentes en este último acto se despidieron pidiendo a la Señora poder volver el año próximo a tomar parte en la romería.
En el trayecto desde la plaza de la Constitución hasta la llegada a la Murta, una pareja de la Policía Local cuidó del tránsito mientras discurrían los romeros por las calles del trayecto. También los socorristas voluntarios de la Asamblea Local de Cruz Roja, estuvieron al tanto toda la jornada para atender cualquier emergencia.
Alfonso Rovira
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Comentarios de nuestros usuarios a esta noticia
Rovira, te ruego que escarbes en el archivo monumental que debes tener y busques, cuando Enrique Nuñez, el Dr. Just y un Blascvo, no el alcalde, ni Rafael reiniciaron la deboción a la Verge de la Murta a partir de una corona de plata que le entregó a Nuñez, una señorita cuyo apellido era Pau, y que vivia en el carrer Machor San Agostí entrant per la placeta de Dolz. Me agradaría confirmar la historia. Y Tu puedes.
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